viernes, 11 de julio de 2025

¡ Esto no es vida !


¡ Ay ! Esto no es vida... Incluso cuando me pongo cómodo en mi jardín, para leer una novelita del amigo Pepe (Adam Surray), a la sombra de los árboles, con un buen café a mano, no consigo relajarme...
Os explico : «Impar, rojo, muerte...» fue publicada por primera vez en Punto Rojo por Bruguera en agosto de 1975. Normalmente, durante diez años, ninguna otra editorial tenía derecho de publicar legalmente la misma novela.


Sin embargo, ya el año siguiente, Andina la reeditó en su colección «FBI», como número 30 de la misma.


Además, en el ejemplar del cual pude ver fotos en un conocido sito de venta en línea, está precisado que se trata de una primera edición mexicana, no hay mención de Andina ni tampoco de su antecesora Castellana en los créditos y solo aparece el nombre de la Editorial América, la compañía basada en los Estados Unidos que se encargaba normalmente, por lo que sé, solo de distribuir los bolsilibros de Andina del otro lado del charco (y que, antes, ya se ocupaba de vender los de Rollán)...


En este punto, no hay que decir que, por supuesto, no poseo ningún ejemplar de «FBI» Andina anterior al número 50 (cuando aparece para quedarse la famosa dirección rezando Polígono Industrial de Pinto).


Habría sido demasiado sencillo...


El colmo, sin embargo, es que sí, pude tener acceso al escaneo de «La perdiz paralítica» de John A. Lakewood (número 10 de la colección).


Desafortunadamente, un desaprensivo carente de papel para escribir su lista de compras debió arrancar la primera hoja del bolsi en cuestión, la que, tal vez, podría haberme iluminado respecto al lugar en el cual eran publicados los «FBI» de Andina en los principios, porque el ejemplar empieza en la tercera página... Por lo que estoy de vuelta al punto de partida...
En mi desesperación, pensé en preguntarle directamente a Adam Surray, imaginándome ingenuamente que podría seguramente ayudarme en desentrañar este nuevo misterio...
Esta fue su respuesta : «Resumiendo y contestando a tu  pregunta... ni puta idea».
Por lo tanto, solo nos queda disfrutar de la novela sin más comeduras de coco.

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