Prólogo para el primer volumen de la reedición completa de la colección Safari (Boombook editores, 2022)
El autor que no necesita presentaciones, así fanfarroneaba el texto publicitario publicado al final de «Marfil» (número 13 de la colección «Safari»), para anunciar el próximo volumen de la misma, firmado por un tal Steve Norton...
Steve ¿quién?
Norton, ¿no? como todo el mundo sabe...
¡Pues sí! por decirlo de alguna manera: una afirmación que tiene gracia, la de la publicidad, ya que casi setenta años después, pocos son los que se acuerden de este autor y todavía menos es lo que sabemos de él...
Steve ¿quién?
Norton, ¿no? como todo el mundo sabe...
¡Pues sí! por decirlo de alguna manera: una afirmación que tiene gracia, la de la publicidad, ya que casi setenta años después, pocos son los que se acuerden de este autor y todavía menos es lo que sabemos de él...
Y ¿Numa? ¿Anderley? ¿A. Farto? ¿J. Greison? o ¿F. Garlag?
A pesar de ser el indiscutible escritor, de superarse a sí mismo (¡con su primera novela publicada!) o de ser el aplaudido escritor, favorito del público, ¿quién se acuerda hoy en día de ellos?
Pero, sobre todo, ¿quién se escondía bajo estos múltiples seudónimos? ¿Y qué publicaron antes o después de su participación en la colección «Safari»?
Si la primera quedará ciertamente y para siempre una pregunta sin respuesta, en relación con la segunda, por suerte, tenemos algunos datos concretos, aunque sean pocos y más bien fragmentarios... ¿O debería precisar que, desgraciadamente, son doblemente fragmentarios? Ya que, en efecto, no solo la mayoría de los listados de estas colecciones semi-desconocidas no están completos, por lo que puedan aparecer en cada momento nuevos títulos de cualquiera, pero además, al no conocer el nombre real de estos autores, no podemos saber si publicaron posteriormente con seudónimos diferentes o, después de esta breve experiencia, se dedicaron a otro menester
(algo que sucedió a menudo en los años 1950, ver entre otros el caso de Robin Carol / Antonio Ferri Abellán, del cual ACHAB — Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro — ha publicado, bajo la dirección de Pepe Cueto, la obra completa en un único volumen, titulado «Memoria del porvenir»). Así, quizás algún día descubriremos que bajo tal o cual seudónimo usado en la colección «Safari» se escondía al principio de su carrera aquel que más tarde sería una firma habitual de Bruguera o de otra gran editorial dedicada al bolsilibro, pero lo dudo mucho. En cualquier caso, aquí los datos que tenemos por el momento...
Al no ser un caso de homonimia, Anderley, como Robert W. Anderley, publicó sobre todo en las editoriales Dólar (media docena de novelas, por lo menos, en «CIA» y dos más en «Mia») y Toray (la mayoría de las veces en colecciones bélicas, aunque hubo igualmente algunos relatos policiacos) y, de manera más esporádica, en «Rodeo» de Cies, en «Metropolitan Police» de Mepora y, con una obra dedicada a María Estuardo, en la insólita colección «Emperatriz». Sin embargo, y a pesar de las apariencias, su obra no se revela muy abundante.
A. Farto publicó algunas novela del Oeste para Rollán, reeditada después por Andina, probablemente una policiaca, como Albert Farto, en «Interpol» de Dólar y participó, con (al menos) cuatro títulos, en la colección «As de corazones» de Saturnino Calleja.
J. Greison, aparte de una novela en la colección «Safari» y dos otras (al menos) en «Gestas heroicas» de la misma editorial, solo publicó la saga (ya reeditada por Boombook Editores) de las «Tres centellas».
F. Garlag, por lo que sé, fuera de Ediciones Safari, únicamente firmó dos biografías para la colección «Celebridades» de la Editorial Dólar, la primera consagrada a Edison y la segunda a la Infanta Isabel. Nada más.
¿En cuanto a Numa?
No aparece en ningún otro lugar, ni siquiera en las otras colecciones de las Ediciones Safari, lo cual, la verdad, no me sorprende en absoluto. Sí, porque tengo la íntima convicción que Numa y Anderley son uno y el mismo. El estilo de los dos escritores, la elección de las palabras, la construcción de la frase (siempre un tanto larga — como las mías) es demasiado similar para que pueda ser de otra manera. Pero, obviamente, nunca tendremos pruebas irrefutables de eso. A menos que un nieto aparezca de repente, reivindicando la figura de su abuelo, lo que sería de agradecer.
En un primer momento también, ya que Numa desaparece por completo de la segunda mitad de la colección, después de haber estado tan presente al principio de la misma, y como, a la vez, Anderley firma un único título de los 12 que descubriréis en el otro volumen de esta reedición integral, pensé que J. Greison era un seudónimo más del mismo escritor y que, ocupado en narrar la epopeya de las «Tres centellas», no tenía tiempo para continuar de colaborar en «Safari».
En realidad, me lo imaginé sobre todo por un detalle un tanto desconcertante. Pero, antes de decir cuál, quiero aclarar que, por cuestiones de correo, todavía no he tenido la oportunidad de leer la obra magna de Greison. Sin embargo, por los anuncios al final de cada volumen de la colección «Safari», sabía que uno de los tres elementos del centelleante trío se llamaba Wallace Guilfoyle. Un nombre raro, que nunca había visto antes en ningún bolsilibro... y que, de repente, encontré entre las páginas de «Rebelión» de Numa, uno de los alféreces de la Legión Francesa presente en esta novela llamándose Herbert Guilfoyle. Algo que, en seguida, me hizo imaginar cosas, por supuesto. Desgraciadamente para mí, después de haber leído «Tokio» de Greison, me siento de descartar por completo tal posibilidad. Los dos estilos no se parecen en nada, tampoco el modo de plantear la acción y, siento decirlo, sobre todo por sus probables inclinaciones políticas, que no coinciden con las mías, pero J. Greison me parece mucho mejor escritor que Numa / Anderley.
Y con esto, hemos brevemente revisado la trayectoria de todos los autores presentes en este primer volumen.
Hay que subrayar que los requisitos técnicos para la reedición de esta colección hacen las cosas bastante bien. En efecto, la primera etapa de la misma se revela totalmente dominada por dos escritores, que entre ellos firman (usando tres seudónimos) 11 de los 13 títulos publicados. Es así innegable que el conjunto posee una unidad temática y de tono que lo hace aún más disfrutable. Siempre que el género y los autores que lo ilustran os gusten, claro...
Hablando del género, puede parecer, en pleno siglo XXI, con todas estas polémicas relacionadas con las cuestiones del racismo o de la apropiación cultural que agitan el mundo occidental, puede parecer, decía, algo descabellado emplear tantos esfuerzos para reeditar una colección de los años 1950 que, desde su título, afirma su deseo de exotismo... Eso, aun teniendo en cuenta que semejante reedición se dirige casi exclusivamente a un público de nicho, compuesto por lectores nostálgicos y, sin duda, ya de una cierta edad... Sin embargo, a pesar de algunas imprecisiones (al fin y al cabo más divertidas que realmente redhibitorias — por ejemplo, parece que hay tigres en África) y otros «inevitables» patinazos racistas (sobre todo por parte de Garlag y Greison), estas 13 obras son mucho menos discutibles a todos los niveles que las novelas publicadas en la misma época en Francia, en Inglaterra o en Estados Unidos. Quizás porque los autores de esta colección, siendo españoles, no tenían que justificar de manera apenas disimulada la existencia de un cuestionable (por decirlo de forma suave) imperio colonial o intentar hacer del segregacionismo algo natural...
Pero, tampoco hay que imaginar quién sabe qué respecto a estos escritores.
Incluso para Numa / Anderley, tal vez el más interesante en su representación de los nativos, la cosa no va más allá del mero utilitarismo.
Así, de una novela a otra, dependiendo de la historia contada, los Africanos pueden ser tanto personajes atractivos e inteligentes, dotados de cierta personalidad, como sapos anónimos, cobardes, codiciosos y hasta lujuriosos (si aparece una joven y deseable mujer blanca — algo que, por cierto, nunca falta en este tipo de narración)...
Como se puede fácilmente comprobar, estamos muy lejos de un discurso antirracista articulado, incluso teniendo en cuenta las diferencias de sensibilidad que pueden existir entre la época de redacción de estas aventuras y la nuestra.
En cuanto a Garlag o Greison, cometen sobre todo el error, bastante habitual en la novela popular (en la ilusión, seguramente, de hacer el lector más partícipe de la acción), de mezclar los sentimientos de sus héroes con la narración, que debería mantenerse neutral.
Por eso, la natural enemistad manifestada en contra de los agresores se tiñe paulatinamente de racismo, dejándonos con un mal sabor de boca, simplemente por el hecho que dichos agresores son africanos o asiáticos y no se hace ninguna distinción entre su papel en la historia y su etnia de origen...
Y esto es una pena, ya que si Numa / Anderley sigue siendo relativamente clásico en su enfoque de la narración de aventuras exóticas (con relatos que se desarrollan de modo exclusivo en la jungla, por ejemplo), Garlag resulta más original.
En «Madagascar», por decir uno, mezcla géneros como las aventuras marítimas, el terror (con su lóbrego castillo ubicado en plena selva) y el whodunit, logrando un emocionante cóctel...
...Solo arruinado por su mala costumbre de jalonar su intriga de observaciones marcadamente de derecha o de hacer rezar o, por lo menos, invocar a Dios a sus personajes, tan pronto como les surge un problema...
Para concluir, me gustaría aclarar que, técnicamente, «Safari» no es propiamente dicho una colección de bolsilibros. Su formato es más reducido que los habituales 10,5 x 15 cm. Además, los primeros seis volúmenes tienen solo 80 páginas (que se convertirán en 96 a partir del séptimo y, excepcionalmente, en 104 para el número diez).
Sea como sea, en cuanto a la cantidad de palabras impresas, estamos muy lejos de un bolsi cualquiera, sobre todo teniendo en cuenta que en ese momento la mayoría de ellos tenían entre 128 y 160 páginas (como los de «FBI» de Rollán, la colección sin rival). Aquí oscilamos entre 9000 (para los primeros) y 12 000/ 13 000 palabras en promedio después (o sea, aún menos que el más corto Berna de los años 1980).
...Solo arruinado por su mala costumbre de jalonar su intriga de observaciones marcadamente de derecha o de hacer rezar o, por lo menos, invocar a Dios a sus personajes, tan pronto como les surge un problema...
Para concluir, me gustaría aclarar que, técnicamente, «Safari» no es propiamente dicho una colección de bolsilibros. Su formato es más reducido que los habituales 10,5 x 15 cm. Además, los primeros seis volúmenes tienen solo 80 páginas (que se convertirán en 96 a partir del séptimo y, excepcionalmente, en 104 para el número diez).
Sea como sea, en cuanto a la cantidad de palabras impresas, estamos muy lejos de un bolsi cualquiera, sobre todo teniendo en cuenta que en ese momento la mayoría de ellos tenían entre 128 y 160 páginas (como los de «FBI» de Rollán, la colección sin rival). Aquí oscilamos entre 9000 (para los primeros) y 12 000/ 13 000 palabras en promedio después (o sea, aún menos que el más corto Berna de los años 1980).
Por este motivo, es indudable que las historias resultan más breves en «Safari» que lo que es la norma, aunque, la verdad, no se nota demasiado a la lectura, ya que aquí los autores no abusan ni de diálogos de dudosa utilidad en cuanto a hacer avanzar la acción ni tampoco de los puntos y aparte.
En cualquier caso, estoy seguro de que cada historia contenida en este primer volumen, a su manera y a pesar de sus posibles defectos, sabrá cautivar a los lectores, como me cautivaron a mí... Y también que, una vez el libro acabado, los que lo compraron no podrán sino estar agradecidos al amigo Martin Dorado por haber reeditado esta colección de la cual se desprende, embriagador, el suave aroma del exotismo.
Stéphane Venanzi