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jueves, 5 de junio de 2025

Entrevista a la hija de Burton Hare, Dª Esther Lliró, parte 2

José María Lliró Olivé por

Entrevista realizada, entre los meses de enero y octubre de 2019 y publicada por primera vez en el volumen «Burton Hare : A sangre y fuego» (Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro — Mayo 2020).

La primera parte pinchando aquí.

—¿José María escribía más por la mañana o por la noche?
—El 90% era por la noche, solo escribía por el día cuando tenía que acabar alguna novela. El teclear de la máquina de escribir todas las noches era el sonido habitual en mi casa… (risas)

—Así que tenía el día libre... ¿Y qué hacía tu padre durante la jornada? ¿Tenía algún pasatiempo? ¿Una pasión?
—Generalmente por el día leía y tomaba apuntes para sus novelas y luego escribía por la noche. Podía hacer cualquier cosa, era un «manitas» y tan pronto te arreglaba cualquier cosa, como se ponía a pintar, o te construía lo que fuese. Hasta llegó a construir su propia casa, donde vivía en Les Fonts de Terrassa. Pero su gran pasión era la lectura.

—¿Después de convertirse en escritor profesional, tu padre seguía leyendo a sus colegas? He visto en su biblioteca, entre otros, un libro de Fred Dennis, perteneciente a una colección de la editorial Ferma en la que tu padre publicaba en la misma época...
—Sí, siempre leía a sus colegas u otros libros.

—¿Sabías que, por lo menos una vez, José María revendió a Bruguera la misma novela, ligeramente modificada, con otro título?
—Sí, claro. En ocasiones le pedían hasta tres novelas en una semana. Si no hacía eso era imposible escribir tres novelas en siete días (risas). Otras veces lo hacia cuando cambiaba de editorial.

—A veces, al leer sus novelas policíacas, tengo la impresión de seguir un reportaje de denuncia social. ¿Le interesaba mucho la actualidad?
—Sí, era un defensor de la justicia, valores que por supuesto me transmitió. Siempre leía todas las noticias, y desde que se metió en el mundo de la informática leía los periódicos de medio mundo cada día. Por suerte, siempre tuvo la cabeza perfecta, y hasta el último día de su vida estuvo leyendo.

—¿Te hablaba de lo que le molestaba? Tengo la impresión, como lector, pero quizás me equivoque, que odiaba la injusticia, que no podía soportarla... ¿Es cierto?
—Sí, como te digo la odiaba y se revelaba, ya fuera de derechas como de izquierdas como del centro. La injusticia como tal no la soportaba. Lo bueno de tener los conocimientos de todas las partes, era que te justificaba todo con datos, así que estaba claro el porqué despotricaba cuando algo era injusto.

—Cuando eras una niña o una adolescente, ¿sabías qué trabajo hacía tu padre? ¿Y qué significaba para ti que fuera escritor?
—Sí, perfectamente. Claro que lo sabía y para mi era todo un orgullo, ya te digo que el tecleado de la maquina de escribir eran las «nanas» nocturnas. Me encantaba. Cuando tenía ocasión, le acompañaba a la sede de Bruguera a entregar las novelas. Entre otras cosas porque sabía que así me regalaban los tebeos (risas).

—¿Alguna vez leíste sus novelas en ese momento? ¿Y hoy?
—Sí, sí que las leía en su momento, pero menos de las que debería. Hoy también leo, pero mucho menos de lo que debería. Tengo muy poco tiempo y cuando puedo leer siempre es algo relacionado con mi profesión. Es una pena pero me faltan muchísimas novelas suyas por leer. ¡Una de tantas cosas que tengo pendiente!

—¿Cómo te sentías al ver los libros de tu padre en los quioscos, cuando ibas a la escuela o caminabas por la calle?
—Como para mi era un orgullo me hacía ilusión. Pero también he de decirte que como era algo normal, verlas en los quioscos, tampoco era una cosa que me sorprendiera. Me hace mucha más ilusión ahora, cuando ocasionalmente veo alguna en alguna feria del libro antiguo o de segunda mano.

—¿Hablabas de los libros de tu padre con tus compañeros de clase? ¿Les dijiste quién se escondía detrás de los seudónimos de Burton Hare o Gordon Lumas? ¿Y cuál fue su reacción?
—Sí, claro, lo contaba siempre y lo recuerdo con naturalidad. A veces caras de sorpresa, pero ya te digo que eran temas habituales y normales para mí. Todos mis amigos sabían perfectamente a que se dedicaba mi padre y que firmaba con esos pseudónimos. Sorprendía más cuando, ya prácticamente, dejaron de verse las novelas en los quioscos; o incluso ahora, cuando se lo cuento a la gente.

—Frédéric Dard, un gran novelista francés, autor de las aventuras del comisario San-Antonio, con miles de ejemplares vendidos, redactaba a menudo los ensayos de su hija, pero, curiosamente, cada vez obtenía más malas notas (risas) ¿Ocurrió alguna vez, cuando todavía estabas en la escuela, que tu padre te ayudó a escribir algún trabajo?
—Sí, por desgracia, la habilidad en la escritura no la heredé (risas) y me ayudaba muchas veces a corregir o rectificar redacciones o lo que fuese. Te contaré una anécdota. Cuando estaba en COU, tenia una profesora del Opus Dei, yo que, por supuesto, no comulgo con esa ideología, en esa época rebelde, claramente se lo manifesté a la profesora. Craso error, porque me juró y perjuró que no me aprobaría jamás. Así pasó. Hablé con los directivos y me dieron la oportunidad de hacer una redacción, cuyo tema no recuerdo, y según como la escribiera, me aprobarían. Cuando se lo expliqué a mi padre me hizo un escrito que, recuerdo, era brutal, e incluso pensé que la profesora se daría cuenta que no podía haberlo escrito yo. ¡¡¡No tuvo más remedio que ponerme un «5» porque estaba bastante bien!!! Te aseguro que era imposible suspenderme de lo bueno que era el escrito. Le costó una ulcera gástrica a la pobre señora, pero no pudo más que ponerme un cinquillo (risas).

—¿A José María le habría gustado que fueras escritora? ¿Te animó alguna vez a serlo?
—¡No! Mi padre, como hombre muy inteligente que era, sabía perfectamente que hubiera sido una mala escritora, y como desde el principio siempre me decliné por la medicina, me apoyó en todo momento. Ni siquiera me dijo nunca que leyera una novela suya. Lo hacía porque yo quería, pero jamás me lo pidió.

—Si alguien que nunca leyó nada de tu padre quisiera descubrir sus escritos, ¿qué títulos le recomendarías para empezar?
—¡¡Aquí sí que me has cogido!! No sabría decirte… (risas).

—De eso no tienes por qué preocuparte; ACHAB ya lo hizo por ti (risas).

martes, 3 de junio de 2025

Burton Hare : El arte de la evidencia


Prólogo para el volumen 
«Burton Hare : A sangre y fuego» (Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro — Mayo 2020).

Lo primero que me impresiona, cada vez que comienzo un libro de Burton Hare, o Gordon Lumas —José María Lliró Olivé es su nombre real—, es el estilo. Como toda la literatura popular, los bolsilibros tienen fama de estar muy mal escritos. Obviamente es una idea preconcebida y, en la mayoría de los casos, completamente errónea (¡como todas las ideas preconcebidas!). Además, esta acusación de mediocridad se fundamenta, en la mayoría de los casos, en una lectura superficial de estos pequeños, pero fantásticos, libros.
Es cierto que, a veces, sucede que la prosa de un autor (le ocurre a los mejores, e incluso a mis autores favoritos) puede ser traicionada sobre la marcha debido a la prisa con la que se escribieron estas rocambolescas historias.
Pero lo mismo pasa al contrario. Muchos de los llamados libros serios están horriblemente mal escritos, son aburridos y, lo que es más, al ser retocados por un batallón de correctores de estilos, son de una banalidad solo equiparable a los guiones del cine de Hollywood de los últimos cuarenta años.
Pues sí, ¡tenemos todo el derecho a preferir una narrativa viva —llena de giros y anotaciones ideológicamente agradables (es decir, de izquierdas); incluso si esta adolece de algunos errores de sintaxis o de una o dos oraciones mal construidas—, a historias sin asperezas que le besuqueen el culo al capitalismo!
De la misma manera que uno puede sentir mucho más placer —intelectualmente hablando, pero no solo— viendo los delirios, sin blanca, del tío Jess, en lugar de aguantar los bodrios pretenciosos y moralizadores de un Steven Spielberg, o las estupideces infantiles de un George Lucas, dos de los peores sepultureros del cine moderno.
En resumen, lo que más me impresiona —no importa que título empiece a leer— de Burton Hare, es su estilo. Por su eficiencia, por supuesto, pero sobre todo por su evidencia.
Porque puedo asegurarte, yo que pretendo ser capaz de escribir historias pulp (ya he publicado cuatro títulos para un editor suizo y al menos, de momento, otros ocho más en autoedición), al contrario de lo que la mayoría suele pensar hoy en día, es mucho más fácil garabatear párrafos largos, desbordados de palabras inútiles, que organizar las ideas en oraciones cortas y contundentes.
Sin embargo, en Burton Hare, ¡este milagro de maestría literaria es perpetuo! En sus historias, nada sobra ni nada falta. Desde el principio, las escenas se suceden lógicamente, hasta llevarnos a la resolución de la trama, a su amarga conclusión... Durante la lectura, el ritmo se mantiene continuamente sostenido, sin que el desarrollo de la trama termine precipitándose de forma excesiva... En cuanto a la acción en sí, a semejanza de las motivaciones de los personajes, se describe de una manera clara y comprensible (es decir, justificable)... Hasta tal punto, como dije antes, que el conjunto parece, naturalmente, evidente.
Sin embargo, no es solo el estilo lo que aprecio en la obra de Burton Hare. Además del aspecto de reportaje social, tomado en el acto, que adoptan muchas de sus narraciones, también están sus héroes, la mentalidad con la que los dota.
Antes de continuar, tengo que aclarar que, en el mundo de los bolsilibros, donde los autores eran verdaderos mercenarios de la máquina de escribir, siempre es un poco arriesgado sacar demasiadas conclusiones. Porque, incluso, cuando uno ha leído fervientemente cincuenta (o cien) bolsilibros del mismo autor, no es raro que haya devorado solo la décima o la vigésima parte de su producción total. De todos modos, y por lo que puedo deducir a la luz de mi conocimiento actual, el héroe Hariano es a menudo un hombre rebelde ante una injusticia, sea la que sea. Un hombre en contra, que se opone física e intelectualmente, a un orden establecido. No necesariamente un justiciero, en el sentido engañoso popularizado por Hollywood, pero sí alguien sediento de justicia, aun sabiendo que esta nunca se consigue definitivamente.
Y así es por todas estas razones —pero también por su habilidad para retratar personajes femeninos fuertes, antes de que se convirtiera en una moda sin interés; su idealización conmovedora y trágica a la vez de la pareja; o el lirismo con el cual puede escribir sobre la sexualidad, describiéndola como parte integrante de un todo claramente más grande, pero también, precisamente, como un medio para lograr una armonía transitoria con este todo...— que, en mi opinión, Burton Hare es sin duda ¡uno de los escritores de bolsilibros más apreciable!

Stéphane Venanzi
Escritor e Investigador de Historias Pulp

lunes, 2 de junio de 2025

Entrevista a la hija de Burton Hare, Dª Esther Lliró, parte 1

José María Lliró Olivé alias Burton Hare

Entrevista realizada, entre los meses de enero y octubre de 2019 y publicada por primera vez en el volumen «Burton Hare : A sangre y fuego» (Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro — Mayo 2020).

—Las primeras novelas de José María cuyo rastro encontré datan de 1961. Fueron publicadas por la editorial Manhattan. ¿Son verdaderamente las primeras, o tuvo otras antes?
—Que yo sepa son las primeras que escribió, si mal no recuerdo las escribía pero como se publicaban en Argentina a mi padre lo ponían como traductor, de esta forma daban la imagen que el autor era extranjero, especialmente americano.

—¿Cómo vino a colaborar con la editorial Manhattan?
—Según me contaba mi padre, todo empezó porque leyó en su día una novela de ellos y le pareció malísima. Les escribió diciendo que como se atrevían a publicar algo tan malo y desde ediciones Manhattan le contestaron que si sabía hacerlo mejor que escribiera él. Y así hizo. Escribió una novela que les envió y empezó a escribir para ellos.

—¿Siempre había querido ser escritor profesional? ¿Y qué hacía como oficio antes de serlo?
—No, como he comentado anteriormente fue escritor por casualidad. Era un gran lector y muy autodidacta. Sabia de todo y de todos los temas. Una persona que a pesar de no haber podido estudiar, por las circunstancias de la época, era muy cultivado. Anteriormente había trabajado en varios oficios, pero cuando empezó a escribir trabajaba en el Liceo de Barcelona como camarero. Siempre lo decía con orgullo. Le encantaba que hubiese conocido a muchas estrellas del momento en persona. Tenía fotos de todas ellas, lástima que entraron a robar a su casa y desaparecieron todos los recuerdos, porque le destrozaron toda la casa.

—La editorial Manhattan publicó sobre todo tebeos. ¿Durante su carrera, José María también escribió tebeos o solamente novelas?
—Solo escribió novelas. Conocía a todos los dibujantes de Editorial Bruguera (no Manhattan) pero nunca se dedicó a ello, aunque he de decirte que era un gran dibujante, incluso pintó algún cuadro.

—¿Pero era, él mismo, aficionado a los tebeos o no? Y si es así, ¿cuáles eran sus dibujantes o sus héroes favoritos?
—Sí que me hablaba de los tebeos, pero no era especialmente aficionado. Los conseguía para dármelos a mí. Me comentaba muchas veces que coincidía con Francisco Ibáñez o José Escobar por Bruguera, de los cuales siempre me hablaba bien, y alguien más pero no recuerdo demasiado.

—¿Qué opinaba de la obligación de utilizar seudónimo para firmar sus novelas?
—Nunca le oí decir nada al respecto, así que he de suponer que no le dio la más mínima importancia. Por esa época, lo que gustaba era que los autores fueran americanos, de ahí que pusieran seudónimos simulando ser extranjeros. Es más, creo que iba aumentando sus seudónimos con orgullo.

—¿Por qué razón, en Bruguera, José María utilizó solo dos seudónimos: uno exclusivamente para las novelas del Oeste —Gordon Lumas— y otro —Burton Hare—, para policíaco, terror y ciencia ficción?
—Creo que quiso diferenciar todos los seudónimos que utilizó anterior a Bruguera, y se limitó a utilizar Gordon Lumas con todas aquellas relacionadas con el Oeste, como tu bien dices, y Burton Hare para  el resto. Nunca me explicó el origen de esos nombres, pero sí he de decirte que se sentía más identificado como Burton Hare… no se por qué. Supongo que, a partir de estar ya consolidado como escritor de novelas, sería para identificar claramente el autor de las mismas. Al principio, en Manhattan, utilizó cinco o seis seudónimos, y además constaba como traductor, no se sabia exactamente quien era el escritor. Limitando los nombres a dos ya se sabia quien era Burton Hare o Gordon Lumas. Hoy en día si hablo con gente de la época, que leía este tipo de novelas, se acuerdan perfectamente de todos los seudónimos, como Silver Kane, Donald Curtis, etc. y es porque siempre eran los mismos autores.

—¿Le gustaban todos los géneros? ¿O prefería algunos más que otros?
—Creo que el que más le gustaba era el policíaco, seguido del Oeste. Todos los demás temas también le gustaban pero en un segundo plano. Tercero pondría Terror y por último el resto.

—Dos de las novelas de José María han sido adaptadas al cine: Trampa mortal (1963) y Vacaciones sangrientas (1974). ¿Sabes si le gustó el resultado? ¿Y la experiencia en sí misma? ¿Trató algún día de trabajar directamente para el mundo del cine o prefería escribir novelas?
—Bueno... siempre opinó que eran bastante malas (risas). Como experiencia le gustó pero no le deslumbró. Desde luego prefería escribir, pero el cine le encantaba. Era un cinéfilo empedernido, pero desde la otra parte de la pantalla. Le gustaba el mundo del cine, de los actores, etc., pero siempre desde fuera. En una película actuó en un papel secundario, pero no logro recordar el nombre de la película, solo sé que fue a rodar a Palma de Mallorca. También explicaba que iba a ver el rodaje de alguna película, pero nada más.

—¿Qué tipo de cine le gustaba más a José María? ¿Y cuál director en particular, si lo sabes?
—Le encantaban las películas antiguas. Siempre decía que como esos actores no ha habido muchos más. En general, le encantaban las policíacas y las del Oeste. Pero no recuerdo que me hablara de ningún director en concreto, aunque con lo cinéfilo que era seguro que lo tenía.

—¿Cuando Astri, su último editor, dejó de publicar novelas inéditas, José María continuó escribiendo o guardó su máquina de escribir en un armario?
—Por desgracia dejó de escribir para editoriales. Coincidió con el descenso de la lectura de las novelas por el público en general, que él se sintió mayor (decía que ya no escribía con la misma facilidad que antes) y que no le encargaron trabajo desde ninguna editorial. Todo sumó para dejarlo profesionalmente. Estuvo escribiendo cosas, inició un libro que tenía pendiente, algunos relatos..., pero todo eso se perdió cuando le robaron el ordenador, y ya no sé más.

—¿José María, como muchos de sus colegas, trabajó algún día como periodista?
—No, como te comentaba, por desgracia, no pudo estudiar ninguna carrera, aunque con su espíritu autodidacta investigaba como si así lo fuera. Solicitaba planos a New York, para poder describirla en sus novelas con total exactitud, lo que había en cada calle, comercios, etc. No es porque fuera mi padre pero tenia una inteligencia privilegiada.

lunes, 14 de abril de 2025

Ivonne Chappel y John Pearson en acción


Estableciendo el listado de la colección «Novelas de espionaje», descubrí por casualidad que existe otra serie, con personajes recurrentes. ¡ Una más, sí ! Y, respecto a un mundillo en el que, supuestamente, no se toleraban las series, eso empieza a sonar como mucho, creo yo... Tal vez debería establecer un listado de las series y sagas policíacas publicadas dentro de colecciones genéricas de bolsilibros... Pero, cada cosa a su tiempo. Por el momento, volvemos a la que nos interesa en la actualidad.


Escrita por un tal Al Piemont, consta solamente de tres aventuras :
— Chocolate rojo (Ivonne Chappel en acción)
— El trono escarlata (John Pearson en acción)
— Whisky 33 (Ivonne Chappel en acción)


Estas tres novelas corresponden a los números 01, 10 y 29 de la colección «Novelas de espionaje» y, como decía, supe totalmente por casualidad que eran relacionadas, viendo una foto de la primera página del primer capítulo de «Whisky 33».


Como no tengo las novelas, no puedo decir nada más respecto a esta serie, pero sí, añadir algunos datos interesantes :
— Detrás del seudónimo Al Piemont se ocultaba, según la Biblioteca Nacional, Enrique Jarnés Bergua, mejor conocido como E. Jarber


— El seudónimo Al Piemont fue usado únicamente en dos colecciones : «Novelas de espionaje» y «Novelas del Oeste», ambas publicadas durante la primera mitad de los años 60 del siglo pasado por la editorial Tesoro


— En la colección «Murder Club» de Rollán, Enrique Jarnés Bergua, bajo su alias Eirik Jarber, publicó otra trilogía policíaca, protagonizada esta vez por un tal Michel Piron. Los títulos son los siguientes : «Mantis y termitas» (número 2), «Sopa de cangrejos» (número 12) y «El Bosque y el ratón» (número 26)


— En la misma colección, Enrique Jarnés Bergua, siempre bajo su alias Eirik Jarber, creó también el personaje de Mónica, una perspicaz señorita, protagonista de varios enigmas. Los cinco primeros fueron publicados en el volumen 37 de «Murder Club» («Cinco enigmas para Mónica») y el último («Sesión de circo») en el volumen 14 de la «Antología de las mejores novelas policíacas» de Acervo. Un segundo volumen fue anunciado, pero no llegó a publicarse, lo cual es una pena.


Pero, la buena noticia es que todas estas aventuras de Mónica fueron reeditadas en un único volumen el año pasado por la ACHAB (Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro). Y, según me dicen, quedan algunos ejemplares a la venta. Así que no dudéis en conseguir este suculento volumen (completado por las novelas «Un silencio de tumba» y «Sólo un ataúd»). Más info escribiendo aquí :

amigos.del.bolsilibro@gmail.com

domingo, 16 de marzo de 2025

Pedro Temprado : El triste final de Lionel el perro


Lionel el perro yacía frente a la entrada de la lujosa hacienda, completamente inmóvil. El animal, un gran danés bien dotado, parecía dormido, pero estaba muerto. Había sido envenenado durante la noche. Un poco de espuma fétida que se derramaba de su boca entreabierta hasta la grava del paseo lo atestiguaba.
Junto al despojo, habiendo perdido claramente su habitual flema toda británica, el expatriado Lord John Albert Reston, el dueño del perro fallecido, se desgañitaba, pidiendo a gritos que se encontrara al vil asesino y se le castigara sin demora ni piedad.
Roto por el dolor que sentía hasta lo más profundo de su atormentada alma, el ya no tanto aristocrático súbdito en el exilio de su graciosísima majestad salmodiaba sin cesar sus pesares. Con temblores en la voz, proclamaba su pena por verse ahora privado del placer de poder recorrer la selva circundante, escoltado por su fiel amigo de cuatro patas. Sobre todo, se lamentaba de que nunca más podría esconderse con su compañero canino en la espesura, para saborear un dulce momento de intimidad bien merecido...
¡Fue entonces que todo se nubló!
En el preciso instante en que Lionel, el cachorro cachondo, apoyaba sus grandes patas en la parte baja de la espalda de su amo arrodillado, para sodomizarlo vigorosamente con su larga y fina polla rosada, Pedro Temprado se despertó con un sobresalto, poseedor de la clave del misterio.
Una vez más, recurriendo a su extraño don, el pornoinvestigador privado había conseguido, en el espacio de una breve siesta, descubrir la verdad.
Así pues, tras revelársele en su sueño el móvil oculto del delito, Temprado no tuvo ninguna dificultad en desenmascarar al culpable... o más bien a la culpable, porque al final no era nadie más que la celosa Lady Virginia Susan Reston, herida en su orgullo de mujer casada continuamente desatendida por su zoófilo marido, quien había cometido el crimen.

Slick Jones

Para saber más sobre el extraño don de este detective, no dudéis en leer «Pedro Temprado, pornoinvestigador privado», en el recopilatorio «Belleza revelada», publicado por la ACHAB a principios de este año.
Info :

amigos.del.bolsilibro@gmail.com

martes, 4 de marzo de 2025

Gran concurso



¡ Solo para España !

En tu comentario (que no será publicado), no olvides poner tus datos completos.

lunes, 10 de febrero de 2025

«Science & Fiction», Editorial Mateu (1956)


1956

01 : Dick Conderoga : Los cielos robados
02 : Dick Conderoga : A la Tierra no se puede volver
03 : Dick Conderoga : Los enigmas de otros seres
04 : Dick Conderoga : La increíble aventura de Anthony Hill
05 : Dick Conderoga : El espejo viviente de la Tierra
06 : Dick Conderoga : El cielo de los dos soles
07 : Dick Conderoga : El nacimiento de los hombres mecánicos
08 : Dick Conderoga : El misterio de los hombres-pájaro
09 : Dick Conderoga : Siempre sucede lo inesperado


Rústica. 128 páginas más cubierta. 10,5 x 15.


Colección bastante difícil de completar, será reeditada en dos volúmenes este año por la ACHAB.
Info :

amigos.del.bolsilibro@gmail.com

viernes, 27 de diciembre de 2024

Seudónimos conocidos de María Victoria Rodoreda Sayol



Esta relación de seudónimos procede del volumen recopilatorio publicado este año por los amigos de ACHAB :


Si aún no lo tenéis, cómprenlo rápido, ¡ quedan pocos ejemplares !

miércoles, 19 de junio de 2024

Post número mil

Aprovecho este post número mil para hacer un poco de (auto)promoción, presentándoles el último proyecto de ACHAB :


El volumen contiene seis novelas, cada una (o casi) de un género diferente :


Romántico


Bélico


Oeste


Policíaco


Ciencia ficción


Terror
(en realidad, aunque la novela fue publicada en Servicio secreto, muy bien habría podido serlo en Selección terror)


Para condimentar este copioso volumen, tenéis también a :

Un emotivo texto de su nieto, Ángel Bravo Almirall
Una reivindicación de la autora por parte de Lem Ryan
Un prólogo del que escribe
Una relación de los seudónimos utilizados a lo largo de su carrera por la autora
Una entrevista de época a la autora
Varias ilustraciones
Y, como es habitual en los volúmenes de ACHAB, el retrato de la autora por Juan C. Martínez Valcárcel


En resumen : ¡ 446 páginas de pura felicidad !

Si no lo tenéis ya, podéis pedirlo escribiendo a :

amigos.del.bolsilibro@gmail.com

lunes, 20 de marzo de 2023

«Nomanor», Buru Lan (1970)


1970

01 : Vigil & Santos : El mito de los Harr
02 : Vigil & Santos : El bárbaro

Rústica. 128 / 112 páginas más cubierta. 11 x 18.


En 2019, estas dos novelas fueron recopiladas en un único volúmen por los amigos de la A.C.H.A.B.

miércoles, 15 de febrero de 2023

El suave aroma del exotismo


Prólogo para el primer volumen de la reedición completa de la colección Safari (Boombook editores, 2022)

El autor que no necesita presentaciones, así fanfarroneaba el texto publicitario publicado al final de «Marfil» (número 13 de la colección «Safari»), para anunciar el próximo volumen de la misma, firmado por un tal Steve Norton...
Steve ¿quién?
Norton, ¿no? como todo el mundo sabe...
¡Pues sí! por decirlo de alguna manera: una afirmación que tiene gracia, la de la publicidad, ya que casi setenta años después, pocos son los que se acuerden de este autor y todavía menos es lo que sabemos de él...


Y ¿Numa? ¿Anderley? ¿A. Farto? ¿J. Greison? o ¿F. Garlag?
A pesar de ser el indiscutible escritor, de superarse a sí mismo (¡con su primera novela publicada!) o de ser el aplaudido escritor, favorito del público, ¿quién se acuerda hoy en día de ellos?
Pero, sobre todo, ¿quién se escondía bajo estos múltiples seudónimos? ¿Y qué publicaron antes o después de su participación en la colección «Safari»?
Si la primera quedará ciertamente y para siempre una pregunta sin respuesta, en relación con la segunda, por suerte, tenemos algunos datos concretos, aunque sean pocos y más bien fragmentarios... ¿O debería precisar que, desgraciadamente, son doblemente fragmentarios? Ya que, en efecto, no solo la mayoría de los listados de estas colecciones semi-desconocidas no están completos, por lo que puedan aparecer en cada momento nuevos títulos de cualquiera, pero además, al no conocer el nombre real de estos autores, no podemos saber si publicaron posteriormente con seudónimos diferentes o, después de esta breve experiencia, se dedicaron a otro menester


(algo que sucedió a menudo en los años 1950, ver entre otros el caso de Robin Carol / Antonio Ferri Abellán, del cual ACHAB — Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro — ha publicado, bajo la dirección de Pepe Cueto, la obra completa en un único volumen, titulado «Memoria del porvenir»). Así, quizás algún día descubriremos que bajo tal o cual seudónimo usado en la colección «Safari» se escondía al principio de su carrera aquel que más tarde sería una firma habitual de Bruguera o de otra gran editorial dedicada al bolsilibro, pero lo dudo mucho. En cualquier caso, aquí los datos que tenemos por el momento...


Al no ser un caso de homonimia, Anderley, como Robert W. Anderley, publicó sobre todo en las editoriales Dólar (media docena de novelas, por lo menos, en «CIA» y dos más en «Mia») y Toray (la mayoría de las veces en colecciones bélicas, aunque hubo igualmente algunos relatos policiacos) y, de manera más esporádica, en «Rodeo» de Cies, en «Metropolitan Police» de Mepora y, con una obra dedicada a María Estuardo, en la insólita colección «Emperatriz». Sin embargo, y a pesar de las apariencias, su obra no se revela muy abundante.


A. Farto publicó algunas novela del Oeste para Rollán, reeditada después por Andina, probablemente una policiaca, como Albert Farto, en «Interpol» de Dólar y participó, con (al menos) cuatro títulos, en la colección «As de corazones» de Saturnino Calleja.
J. Greison, aparte de una novela en la colección «Safari» y dos otras (al menos) en «Gestas heroicas» de la misma editorial, solo publicó la saga (ya reeditada por Boombook Editores) de las «Tres centellas».
F. Garlag, por lo que sé, fuera de Ediciones Safari, únicamente firmó dos biografías para la colección «Celebridades» de la Editorial Dólar, la primera consagrada a Edison y la segunda a la Infanta Isabel. Nada más.


¿En cuanto a Numa?
No aparece en ningún otro lugar, ni siquiera en las otras colecciones de las Ediciones Safari, lo cual, la verdad, no me sorprende en absoluto. Sí, porque tengo la íntima convicción que Numa y Anderley son uno y el mismo. El estilo de los dos escritores, la elección de las palabras, la construcción de la frase (siempre un tanto larga — como las mías) es demasiado similar para que pueda ser de otra manera. Pero, obviamente, nunca tendremos pruebas irrefutables de eso. A menos que un nieto aparezca de repente, reivindicando la figura de su abuelo, lo que sería de agradecer.


En un primer momento también, ya que Numa desaparece por completo de la segunda mitad de la colección, después de haber estado tan presente al principio de la misma, y como, a la vez, Anderley firma un único título de los 12 que descubriréis en el otro volumen de esta reedición integral, pensé que J. Greison era un seudónimo más del mismo escritor y que, ocupado en narrar la epopeya de las «Tres centellas», no tenía tiempo para continuar de colaborar en «Safari».


En realidad, me lo imaginé sobre todo por un detalle un tanto desconcertante. Pero, antes de decir cuál, quiero aclarar que, por cuestiones de correo, todavía no he tenido la oportunidad de leer la obra magna de Greison. Sin embargo, por los anuncios al final de cada volumen de la colección «Safari», sabía que uno de los tres elementos del centelleante trío se llamaba Wallace Guilfoyle. Un nombre raro, que nunca había visto antes en ningún bolsilibro... y que, de repente, encontré entre las páginas de «Rebelión» de Numa, uno de los alféreces de la Legión Francesa presente en esta novela llamándose Herbert Guilfoyle. Algo que, en seguida, me hizo imaginar cosas, por supuesto. Desgraciadamente para mí, después de haber leído «Tokio» de Greison, me siento de descartar por completo tal posibilidad. Los dos estilos no se parecen en nada, tampoco el modo de plantear la acción y, siento decirlo, sobre todo por sus probables inclinaciones políticas, que no coinciden con las mías, pero J. Greison me parece mucho mejor escritor que Numa / Anderley.


Y con esto, hemos brevemente revisado la trayectoria de todos los autores presentes en este primer volumen.
Hay que subrayar que los requisitos técnicos para la reedición de esta colección hacen las cosas bastante bien. En efecto, la primera etapa de la misma se revela totalmente dominada por dos escritores, que entre ellos firman (usando tres seudónimos) 11 de los 13 títulos publicados. Es así innegable que el conjunto posee una unidad temática y de tono que lo hace aún más disfrutable. Siempre que el género y los autores que lo ilustran os gusten, claro...


Hablando del género, puede parecer, en pleno siglo XXI, con todas estas polémicas relacionadas con las cuestiones del racismo o de la apropiación cultural que agitan el mundo occidental, puede parecer, decía, algo descabellado emplear tantos esfuerzos para reeditar una colección de los años 1950 que, desde su título, afirma su deseo de exotismo... Eso, aun teniendo en cuenta que semejante reedición se dirige casi exclusivamente a un público de nicho, compuesto por lectores nostálgicos y, sin duda, ya de una cierta edad... Sin embargo, a pesar de algunas imprecisiones (al fin y al cabo más divertidas que realmente redhibitorias — por ejemplo, parece que hay tigres en África) y otros «inevitables» patinazos racistas (sobre todo por parte de Garlag y Greison), estas 13 obras son mucho menos discutibles a todos los niveles que las novelas publicadas en la misma época en Francia, en Inglaterra o en Estados Unidos. Quizás porque los autores de esta colección, siendo españoles, no tenían que justificar de manera apenas disimulada la existencia de un cuestionable (por decirlo de forma suave) imperio colonial o intentar hacer del segregacionismo algo natural...
Pero, tampoco hay que imaginar quién sabe qué respecto a estos escritores.


Incluso para Numa / Anderley, tal vez el más interesante en su representación de los nativos, la cosa no va más allá del mero utilitarismo.
Así, de una novela a otra, dependiendo de la historia contada, los Africanos pueden ser tanto personajes atractivos e inteligentes, dotados de cierta personalidad, como sapos anónimos, cobardes, codiciosos y hasta lujuriosos (si aparece una joven y deseable mujer blanca — algo que, por cierto, nunca falta en este tipo de narración)...
Como se puede fácilmente comprobar, estamos muy lejos de un discurso antirracista articulado, incluso teniendo en cuenta las diferencias de sensibilidad que pueden existir entre la época de redacción de estas aventuras y la nuestra.
En cuanto a Garlag o Greison, cometen sobre todo el error, bastante habitual en la novela popular (en la ilusión, seguramente, de hacer el lector más partícipe de la acción), de mezclar los sentimientos de sus héroes con la narración, que debería mantenerse neutral.
Por eso, la natural enemistad manifestada en contra de los agresores se tiñe paulatinamente de racismo, dejándonos con un mal sabor de boca, simplemente por el hecho que dichos agresores son africanos o asiáticos y no se hace ninguna distinción entre su papel en la historia y su etnia de origen...
Y esto es una pena, ya que si Numa / Anderley sigue siendo relativamente clásico en su enfoque de la narración de aventuras exóticas (con relatos que se desarrollan de modo exclusivo en la jungla, por ejemplo), Garlag resulta más original.


En «Madagascar», por decir uno, mezcla géneros como las aventuras marítimas, el terror (con su lóbrego castillo ubicado en plena selva) y el whodunit, logrando un emocionante cóctel...
...Solo arruinado por su mala costumbre de jalonar su intriga de observaciones marcadamente de derecha o de hacer rezar o, por lo menos, invocar a Dios a sus personajes, tan pronto como les surge un problema...
Para concluir, me gustaría aclarar que, técnicamente, «Safari» no es propiamente dicho una colección de bolsilibros. Su formato es más reducido que los habituales 10,5 x 15 cm. Además, los primeros seis volúmenes tienen solo 80 páginas (que se convertirán en 96 a partir del séptimo y, excepcionalmente, en 104 para el número diez).
Sea como sea, en cuanto a la cantidad de palabras impresas, estamos muy lejos de un bolsi cualquiera, sobre todo teniendo en cuenta que en ese momento la mayoría de ellos tenían entre 128 y 160 páginas (como los de «FBI» de Rollán, la colección sin rival). Aquí oscilamos entre 9000 (para los primeros) y 12 000/ 13 000 palabras en promedio después (o sea, aún menos que el más corto Berna de los años 1980).


Por este motivo, es indudable que las historias resultan más breves en «Safari» que lo que es la norma, aunque, la verdad, no se nota demasiado a la lectura, ya que aquí los autores no abusan ni de diálogos de dudosa utilidad en cuanto a hacer avanzar la acción ni tampoco de los puntos y aparte.
En cualquier caso, estoy seguro de que cada historia contenida en este primer volumen, a su manera y a pesar de sus posibles defectos, sabrá cautivar a los lectores, como me cautivaron a mí... Y también que, una vez el libro acabado, los que lo compraron no podrán sino estar agradecidos al amigo Martin Dorado por haber reeditado esta colección de la cual se desprende, embriagador, el suave aroma del exotismo.
 
Stéphane Venanzi