lunes, 25 de septiembre de 2023

Pulp reality


Hoy en día, las reseñas de libros, como los cuestionarios para citas sexuales, deben dar el máximo de informaciones útiles, para permitir al posible lector saber ya antes de empezar su lectura, y casi a ciencia cierta, si podrá encontrar su felicidad con el volumen elegido. El tiempo resulta, al parecer, un bien cada vez más precioso y, por cierto, más vale perderlo en las redes sociales que con un libro que posiblemente no nos gustará. Por eso, la mayoría de los lectores pide sinopsis, en lugar de una opinión personal. De todos modos, ya se sabe, son todos mayorcitos y pueden hacerse un juicio por sí mismo. Además, una opinión vale la otra y cada día es un nuevo día. En fin... En lo que a mí respecta, me irritan hasta donde sea posible estos resumen redactados con un esmero todo escolar y nunca los leo. Pero, como soy un chico bueno (a pesar de las apariencias), seguiré el juego. Así pues, «Pulp reality» es la historia de un tío que escribe una historia y, de pronto, ve a sus personajes de ficción aparecer en la realidad, poniendo todo patas arriba. ¿Os parece claro hasta ese punto? Perfecto. Por lo tanto, no tengo necesidad de añadir nada más. También es verdad que con eso, ya podéis percataros por vosotros solos que el primer bolsilibro del amigo Alfonso M. González, perdón Alan Dick Jr., no se parece en nada a la ciencia ficción que se podía encontrar habitualmente en este tipo de publicación. Más bien se trata de un metabolsi, pues al mismo tiempo que el autor nos narra una cautivadora aventura, teñida de crítica social, reflexiona sobre el oficio de escribir. Y lo hace de manera muy hábil, mezclando sus propios cuestionamientos de autor con varias leyendas vinculadas al mundillo de la novela popular. Aunque tengo la impresión que el resultado podría haber sido todavía mejor si, para explicar las numerosas palabras prestadas del japonés (¡qué nombre tan raro e impronunciable ha elegido para su pandilla de villanos!), el traductor hubiera añadido notas a pie de página, agilizando así la lectura y reforzando al mismo tiempo la complicidad con el lector. Por último, una advertencia gratuita a los lectores más tradicionales: si a veces la estructura narrativa os puede parecer un poco deshilvanada, es solo porque aún no habéis llegado al cabo de la historia. No temáis, pues, el atrevido golpe de efecto final, además de cohesionar el conjunto, lo aclarará todo y de manera tan inteligente como emotiva. Sin embargo, no os recomiendo, como hice yo, dejar vuestra lectura al final del capítulo ocho para iros a dormir. Pues a la mañana siguiente, cuando retomé el libro, durante un par de páginas me sentí tan desorientado como el protagonista de la novela.

Stéphane Venanzi