miércoles, 24 de febrero de 2021

En exclusiva para ustedes : ¡ Rocco Sarto !


¿ Cómo fue tu primera entrevista con Enrique Martínez Fariñas ? Antes de encargarte la redacción de tu primer bolsilibro, ¿ te preguntó por lo que habías ya escrito o por algunas referencias ?
La primera entrevista con Fariñas fue muy estimulante. Era un hombre comprometido con Amnesty International y yo había llegado exiliado de Argentina, de modo que se estableció de inmediato un vínculo de camaradería muy fuerte. Yo era traductor y le expliqué para qué editoriales había traducido. Me pidió que le diera el título de una novela y que la escribiera. No me dio plazo, me indicó, como yo ya lo sabía, que cuando comenzara a escribir metódicamente debería entregar un original cada semana. Fui a mi casa, la escribí, se la llevé, le gustó mucho y a partir de ese momento me pedía títulos para diferentes colecciones y yo debía entregarlos dentro del plazo acordado. Era un tipo solidario, siempre tenía tiempo para los escritores y su ático-estudio, en el mismo edificio en el que vivía con su familia, era un espacio repleto de libros, de humo de cigarrillos, de recuerdos y de fotografías y objetos de lo más disímiles. El conjunto era especial y resultaba grato pasarse por allí y charlar un rato con él. Lo recuerdo siempre con un gran afecto. Y agradecido por la confianza y el apoyo constante.

¿ Te dio consignas precisas respecto a lo que quería ver o no en la novela ?
Las consignas me las había dado ya Antonio Vidal Sales que fue con quien primero hablé cuando busqué trabajo en Bruguera. Con Vidal Sales fuimos amigos. Escritor, editor y, raro en el mundillo editorial, según mi experiencia, un hombre decente con el que teníamos una gran coincidencia ideológica. Fue él quien me envió a Fariñas que me repitió las consignas : 80 páginas, pocos personajes, mucho diálogo, mucha acción, final feliz. «Imagínate un vigilante nocturno que tiene que sentirse atrapado por la trama para no dormirse en toda la noche…» Esa era la clave.

¿ Tocó el argumento de la censura (o de la autocensura) contigo ?
No especialmente. Me explicó las características de cada colección. Yo había sido lector de bolsilibros en mi primera adolescencia de modo que conocía las limitaciones, aunque fue a comienzos de los 80 de modo que había una apertura significativa. El ambiente enrarecido, represor, sofocante, del franquismo estaba modificándose. En este aspecto había una colección erótica, para la que también escribí, de modo que esa apertura sí que era novedosa. 

¿ Tienes idea de cómo decidían de que géneros un autor debía escribir (ya que dudo que te preguntaron por tus preferencias en la materia) ?
Vidal Sales y Fariñas, los dos, me preguntaron si tenía alguna preferencia. Yo les dije que me gustaba mucho el género policíaco, pero que no me importaba escribir sobre lo que fuera. Creo que escribí sobre todos los géneros con excepción del terror.

¿ Porqué te apetecía más el género policiaco en un principio ?
Había leído novelas policiacas desde muy joven y prácticamente a todos los popes del género. Era un fanático del film noir de todas las épocas y había escrito algunos cuentos, de modo que era en ese tipo de novelas en las que me sentía más cómodo. Sin embargo, con el correr de las semanas y los meses me gustó tener que incursionar en otros territorios. Era divertido cambiar de registro semana a semana.

¿ El terror en cambio no te interesaba o es sólo que no tuviste oportunidad de escribir de este género ?
En realidad no sé por qué no lo hice. Creo que tal vez Fariñas tuviera un equipo de escritores de terror con el que estaba cómodo, o quizá prefería que yo siguiera con los demás géneros. Personalmente, no me hubiera importado hacer la experiencia, pero no se dio y, además, no me llama particularmente la atención.

¿ Te gustaba escribir románticas ?
Sí, me gustaba mucho, más que nada porque me permitía tramas más complejas, con diálogos más elaborados y, creo recordar, eran 120 páginas en vez de las 80 habituales. Con ese formato era posible incorporar temas de actualidad e introducir alguna referencia, moderada, por razones obvias, a situaciones de injusticia social, de prejuicios, de maltrato... En fin, me sentía afortunado por tener esa posibilidad y en más de una editorial.

Hay mucho de ti, políticamente, en tus bolsilibros... ¿ Era algo consciente o venía naturalmente, por la prisa con la cual debías escribir ?
Creo que uno es lo que dice y lo que escribe si luego es coherente con la acción del día a día. Me refiero a lo esencial, al punto de vista con el que se analiza la realidad y la trinchera desde la que se defienden esos principios. Era totalmente deliberada la incorporación de la ideología en las novelas. Al menos en una justa medida, sin convertir esas páginas en un panfleto.

¿ Te rechazaron alguna vez una novela o te obligaron a modificarla antes de publicarla ?
No. Alguna vez tuve que defender alguna frase o la elección de una palabra porque el encargado de las correcciones no había comprendido el párrafo o lo había malinterpretado. Pero nunca tuve que corregir ni me corrigieron lo que escribía.

¿ Cuáles eran los otros escritores de bolsilibros que frecuentabas ?
Una pregunta complicada porque mi memoria está llena de huecos.
Fariñas, Quibus, Castillo... son los que más recuerdo. Tenía un par de amigos, mayores que yo, de pasado anarquista, tipos estupendos, pero de los que no recuerdo sus nombres. Y me apena, porque con uno de ellos compartimos algunas veladas hablando de política y de recuerdos parecidos a los dos lados del Atlántico.
Hace tiempo que pienso en llamar a Quibus porque tal vez el recuerde de quienes se han esfumado, malamente, de mi memoria. No sé si te has puesto en contacto con él pero es un tipo ideal para relatarte sucesos de aquellos años 80.
Un grupo de cuatro o cinco, tal vez seis escribidores, nos reuníamos el día de cobro y luego íbamos a comer y a charlar, y beber, hasta que caía la tarde. Fueron momentos enriquecedores, de complicidad y de gran afecto mutuo.

¿ Has mantenido el contacto con algunos ?
No. Solo he visto una o dos veces a Quibus, él mismo un personaje de biografía rica y creativa en más de un aspecto.
En una ocasión me contactó Lem Ryan y nos encontramos para charlar. Fue como un paseo por un camino que yo tenía muy olvidado pero que Lem (no recuerdo su nombre real) me actualizó desde su memoria intacta. Quedamos en volver a vernos pero, tal y como marca la tradición, no sucedió. Es una pena porque tener ese pasado en común me da, hablo por mí, una cierta condición de miembro de una tribu que ha vivido todo tipo de aventuras, bolsilibros mediante. Una suerte de camaradería fraterna que, al menos en mi encuadre, permanece intacta. Aunque no recuerde muchas batallas ni el nombre de sus guerreros.

Si el imperio Bruguera no se hubiera derrumbado, ¿ habrías seguido escribiendo bolsilibros ?
Sin la menor duda. Fue la mejor época de mi vida. Pensaba, con una cierta ingenuidad que la realidad se encargó de demoler, que ese trabajo solo dependía de mi imaginación y que mientras pudiera diseñar ficciones... continuaría indefinidamente. Trabajaba en mi casa, estaba todo el tiempo con mi mujer, mi hija y mi hijo, hacía lo que me gustaba, dentro de los parámetros estipulados por la editorial, y era muy alentador ese desafío semanal de tener que entregar una trama de índole diferente cada siete días. 

¿ Algunas de tus novelas quedaron inéditas tras la desaparición de la Bruguera ?
Bruguera me quedó debiendo mucho dinero y, ahora no lo recuerdo, varias novelas que había entregado con puntualidad y que debían publicarse en los meses siguientes a la debacle. Recuerdo que llegué a la oficina de cobros y el tipo de la ventanilla me dijo, sencillamente «Se acabó la pasta». Pagaron a los que llegaron primero y cuando se terminó el dinero... The End.
Recuerdo que fui a hablar con Sietecase o Setcases, no sé bien cómo se escribe, un tipo joven, educado, adicto al bridge, que me dijo que lo sentía mucho pero que, con otras palabras, la nave se había ido a pique.
Ese escritor anarquista con el que tenía mucha amistad, con el que hablábamos mucho de política, fue a verlo, furioso, y clavó un destornillador en la mesa del ejecutivo. No sirvió de nada, está claro. Ese día volvimos a reunirnos, tres o cuatro, y la comida ya no tenía el ánimo festivo de siempre.
Si esos episodios hubieran ocurrido hoy sin duda tendríamos grabaciones y fotografías para ilustrarnos la biografía.

¿ Te contactó alguien de Astri para colaborar en sus colecciones del Oeste ?
Nunca se puso nadie en contacto conmigo para que volviera a escribir novelas de bolsillo. Después de Bruguera trabajé de periodista, escribí una docena de novelas románticas para Mariano Nadal y novelas cortas, pornográficas, para la revista Macho, que dirigía una maravillosa mujer, periodista y escritora. Fue una buena época porque trabajaba en la redacción de una revista, mejor dicho, donde funcionaban varias revistas, tenía un sueldo aceptable y, además, escribía lo que surgiera. 

¿ Qué te inspiró la larga agonía del bolsilibro ?
En realidad, no viví esa larga agonía. En mi recuerdo todo sucedió de la noche a la mañana. Antes de la debacle solo había rumores. Pero después de lo vivido en la Argentina, esos momentos de inquietud laboral, por llamarlo de algún modo, no me pegaban en un lugar demasiado sensible. Quiero decir que vivía en un país sin dictadura en el que no tenía que mirar por encima del hombro. Era extraordinario. Y era joven y un superviviente del caos así que conseguí trabajo en el periodismo y con excepción de algunos períodos complicados, de trifulcas con los editores, sobre todo con ellos, lo que me llevó a perder el trabajo de redactor en alguna publicación más de una vez, en general mi andadura de free lance fue sostenida.
Reportajes, entrevistas, traducciones del inglés y el francés, relatos... en todo tipo de revistas, entre ellas Playboy, El mueble, Gastronomía y Enología, Bel Canto, Indiscreta, Salsa, Hombre Magazin, Macho, La Lluerna, HotVídeo, Imaginem... me permitieron, como decimos en la Argentina, «parar la olla» sin dramas.

En otra entrevista dijiste que a veces ayudabas a colegas con problemas de inspiración... ¿ Cómo funcionaba ? ¿ Les entregabas una novela completa que firmaban con su propio nombre o acababas la que estaban escribiendo ? Y en el segundo caso, ¿ la obra la completabas a tu antojo o siguiendo instrucciones de tu colega ?
En las ocasiones en que eché una mano a algún colega, pocas ocasiones debo decir, la novela llevaba el nombre de quien me pedía ayuda. En un par de ocasiones tuve que escribir la novela entera y procuré, sí, enmascarar mi modo de escribir. No sé si lo conseguí. Lo cierto es que nadie dijo nada. Nunca. En otras ocasiones debí concluir una novela ya empezada. A veces me dejaban a mi aire y otras me indicaban cuál era el final que ya tenían previsto. 

Cuando echabas una mano así, ¿ intentabas respetar el estilo de tu colega o escribías con tu propio estilo ?
Como respondí en la pregunta anterior, siempre intentaba, con mejor o peor suerte, cambiar mi estilo. Sin embargo, la celeridad con la que había que entregar el texto no permitía demasiadas relecturas. Si tuviera que apostar, diría que nunca tuve un éxito destacado en enmascarar mi manera de escribir.

¿ Sigues escribiendo ficción ?
Sí, siempre. Cuentos fundamentalmente. Desde hace un par de meses, más o menos, sucumbí a la herramienta de Instagram, alentado por mucha gente que me persuadió de que era un buen escaparate para exhibir mis pinturas. De modo que finalmente lo hice y con cada dibujo, no con los primeros, pero sí a partir del cuadro treinta, aproximadamente, añadí un pequeño relato al dibujo. Una especie de historia de lo que sugiere el cuadro, o cómo se gestó o... Todo ficción, claro, aunque hay mucho de biografía autorizada por mí. Subía un cuadro cada día con su correspondiente texto.
Era, y sigue siendo, aunque ahora he espaciado el proceso, una especie de autoencargo que me resulta estimulante. No había escrito nada desde hacía un año. De modo que esta puerta que se abrió, Instagram, y que solo había pensado como escaparate para los dibujos y pinturas, acabó incorporando esos textos de ficción que escribo día a día. Y es gratificante.

¿ Nunca te apeteció probar suerte con la auto-edición ?
No. A veces veo anuncios sobre auto-edición pero nunca exploré con más detalle esa propuesta. Alguien me comentó hace años cuánto le había costado la publicación de una novela y comprendí que estaba fuera de mi presupuesto. Y ya no pensé más en el asunto.

¿ Crees que el bolsilibro (como formato y contenido) podría tener una segunda oportunidad hoy, aunque tenga que adaptarse un poco ?
Me gusta pensar que sí, que tendría una segunda oportunidad. Lo pienso desde una perspectiva casi nostálgica porque fue una época muy buena para mí y estoy seguro que para toda la tribu de entonces.
No sé si volvería a escribir si alguien me lo propusiera. Tal vez sí. Sería un desafío. Sin embargo, creo que desde una perspectiva de negocio, que es lo que alienta a los editores, incluidos los que lo hacen todo a pulmón porque les apasiona el universo del bolsilibro, sería necesario captar a un público que seguramente ha variado desde los años 80.

lunes, 22 de febrero de 2021