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sábado, 2 de enero de 2021

Apuntes de un lector de bolsilibros VI


Si uno se detiene a pensarlo, parece más sencillo y más lógico para un guionista o para un productor querer adaptar a la gran pantalla, en una película de una hora y media, a un bolsilibro de noventa y seis páginas que a un tocho como «Bajo el volcán» o el «Quijote» y por eso, debería lógicamente haber decenas de películas tratas de otras tantas novelas de kiosko...
Sin embargo, en concreto hay bastante pocas adaptaciones cinematográficas de bolsilibros. ¿ Porqué ?
Las razones pueden ser varias y quizá algunas nunca las conoceremos, pero las principales deberían ser vinculadas a tres factores determinantes según mi parecer :
— el hecho de que una de las principales fuentes de inspiración para los bolsilibros fue siempre el cine 
— el modo de consumo de la literatura bolsilibresca
— el deseo por parte de los productores de ahorrarse gastos inútiles 
En efecto, el cine en sus inicios era considerado más o menos como una atracción circense. Por eso recurrió pronto, para tratar de «dignificarse», a adaptaciones de obras clásicas o, si no, se aseguró la colaboración de escritores famosos (en 1914, por ejemplo, Gabriele d'Annunzio escribió los subtítulos de «Cabiria» de Giovanni Pastrone). Y después, el séptimo arte siempre conservó esta manía de «vulgarización» (acoplada a una patética voluntad de «dignificarse»), ofreciendo a su público, en una hora y media, a síntesis (más o menos logradas o fieles) de obras de varios centenares de páginas. Una «síntesis» que podemos encontrar también en los bolsilibros. Por eso, no debía parecer muy interesante adaptar a este tipo de novelas a la gran pantalla. El margen de maniobra era demasiado escueto. Prueba de eso es que dos de los títulos de Lou Carrigan que tuvieron una versión cinematográfica cambiaron de género durante el proceso : «Tierra de hombres» pasó del gran Oeste al Chicago de los gángsteres con «La banda de los tres crisantemos» mientras que «El hombre y el miedo» hizo el recorrido contrario, transponiendo un relato policíaco en el Oeste con «La diligencia de los condenados».
Otro factor que no hacía la adaptación de un particular bolsilibro una cosa demasiado interesante para un productor es que no había reseñas en los periódicos para este tipo de publicaciones, ni publicidad. Además, la vida útil de un bolsi, aunque existieran los canjes de revistas, era brevísima. Por eso, en los créditos de las películas, la mayoría de las veces, ni siquiera era indicado el título de la novela adaptada, solo constaba el nombre del autor. Porque esto sí que podía llamar la atención de los lectores y levarlos en las salas de cine.
Por consiguiente, era más barato asegurarse la colaboración directa de un bolsilibrista que tener que pagar los derechos de autor para adaptar a una novela que la mayoría de la gente no había leído (y muchos de los que ya lo había hecho no se acordaban del título). Así, Miguel Cussó (más conocido como Sergio Duval o Michael Küss) tuvo una fértil colaboración con el productor / director Alfonso Balcázar.
Durante la misma época, también otros bolsilibristas fueron bastante activos en el ámbito del séptimo arte, como por ejemplo Jesús Navarro (Cliff Bradley, Jeff Lassiter, etcétera) y, por supuesto, José Mallorquí. Aunque respecto a este último, legítimas dudas surgen con relación a su real involucramiento en algunos proyectos de los cuales firmó oficialmente los guiones en España. En efecto, los créditos de la versión hispana de «El valle de los hombres de piedra» por ejemplo (coproducción con Italia dirigida por Alberto de Martino) lo nombran como único autor del guión, mientras que los créditos de la versión italiana de la película (que me parecen mucho más creíbles) lo citan sólo como uno de los tres a la base del tema... Desgraciadamente, estas triquiñuelas eran más que frecuentes en las coproducciones, por meras cuestiones legales, y raras veces podemos estar seguros de quién hizo qué...
En cualquier caso, el resultado final es siempre el mismo : pocas veces bolsilibros fueron adaptados a la gran pantalla. Pero, y eso ya me interesa más, hubo ciertamente una influencia mutua y benéfica entre los dos. No es por nada que el genial Jesús Franco hizo creer hasta su fallecimiento que había empezado escribiendo bolsis (algo que no es cierto, por supuesto) y además que «Gritos en la noche» era precisamente una adaptación de unas de sus supuestas novelitas firmadas bajo seudónimo...

Como siempre : ¡ muchísimas gracias al compañero Rualrevit por su inestimable ayuda !