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lunes, 11 de marzo de 2024

Gary Salkow ¡ siempre él !


Otras apariciones del polifacético Gary Salkow en la obra de Adam Surray :

1979

— Gary Salkow es el nombre de un personaje de tebeo, un detective neoyorquino viviendo aventuras con amplias dosis de erotismo y violencia, dibujado por Julien Chassains en El asesino de la torre Eiffel (Servicio Secreto 1513 — Bruguera)

— Salkow es el propietario del apartamento en el cual vive Clive Lemmon en Operación Utopía (Servicio Secreto 1522 — Bruguera)

1980

— El magnate Salkow trata de contratar a Peter Holbrock para que demuestra la infidelidad de su esposa en El caso de la dama ultrajada (Servicio Secreto 1548 — Bruguera)

— Salkow es uno de los matones que acompañan a Howard Manz para matar a Dam Shepard en El enemigo publico número 1 (Servicio Secreto 1559 — Bruguera)

— Hay un patrón de snack llamado Gary, un bastardo morboso que, según el protagonista, disfruta con los problemas ajenos, en Red siniestra (Servicio Secreto 1571 — Bruguera)

— Hay una agencia de transportes llamada Salkow que practica el contrabando en Asesinos a proa (Servicio Secreto 1583 — Bruguera)

1981

— Un tal Salkow tiene un local llamado el Bounty en Flor de asfalto (Punto Rojo 988 — Bruguera)

— El profesor Donald Bishop recuerda a uno de sus amigos ingleses, un tal Salkow, en Sinfonía en negro (Punto Rojo 999 — Bruguera)

— Con otros compañeros, el teniente Salkow investiga en El juego de la verdad (Punto Rojo 1004 — Bruguera)

1982

— Gary Salkow es el viejo propietario del Salkow Ranch en Vidor City en Sigue tu camino, forastero (California 1370 — Bruguera)

— Gary Salkow es uno de los muchos ayudantes de Barry Gammon, el presentador de un talk show emitido por el canal KSM en Buscando a Jennifer (Servicio Secreto 1662 — Bruguera)

— La Salkow Films es el primer empleador de Richard Grabow, ofreciéndole un pequeño papel en la película Lamentos de soledad en El caso del cadáver secuestrado (Punto Rojo 1030 — Bruguera)

— Hay une fiesta en la mansión Salkow, a la cual teme acudir Keith Whitmore, por miedo a aburrirse en Vendetta (Punto Rojo 1044 — Bruguera)

— Gary Salkow, un individuo gordito, de corta estatura, cuellicorto y cabeza grande, es el presidente de la Salkow Company de Richmond en «Dedos finos» Eddie (Punto Rojo 1063 — Bruguera)

— Gary Salkow tiene un bar en Ross Street, en el barrio Wise (una de las zonas menos afortunadas de Dallas) en El pecado del Señor Winters (Punto Rojo 1076 — Bruguera)

1983

— Salkow tiene un granero en el cual una tal Betsy, acusada de reiterados atentados a la moral y ostentosa prostitución, parece muy conocida en La dama del Cimarrón (Búfalo azul 573 — Bruguera)

— Hay un Salkow, un individuo semicalvo, que trabaja en el Hedison Hotel de Winner City en Justicia de pistolero (California 1404 — Bruguera)

— Gary Salkow es el propietario del Fortune, uno de los mejores salones de juego de San Francisco, en Tres tristes tumbas (California 1411 — Bruguera)

— Salkow es el dueño de la funeraria de Wilson City en El loco de Oklahoma (California 1414 — Bruguera)

— Gary Salkow es el jefe de los guardianes en la prisión de Katt Hill en Cerco sangriento (Servicio Secreto 1707 — Bruguera)

— Hay un sargento llamado Gary Salkow, veterano con muchas horas de vuelo, que entabla una buena amistad con Alan Skerrit en Secuestro en Miami (Punto Rojo 1102 — Bruguera)

1984

— Gary Salkow, en compañía de Drew Morrisey, es el guardián del orden en el Saloon Waco en Sheriff por un día (Bisonte serie roja 1882 — Bruguera)

1985

— Gary Salkow es el alcade Wilder Hill y está casado con la infiel Julie en La danza del plomo (Búfalo serie azul 659 — Bruguera)

También se pueden encontrar a otros Salkow en la obra de Adam Surray...

1974

— Un tal Cliff Salkow, pertenecente a la Mafia del Vicio, con su novia Janice, idea someter a chantaje a los magnates de la Olney & Reed Steel en El asesino las prefiere rubias (Punto Rojo 630 — Bruguera)

1977

— Hay un agente Dick Salkow, perteneciente a la Brigada Especial, en la novela El asesino miope escrita por Phillip Jackson en Curso de asesinato acelerado (Servicio Secreto 1394 — Bruguera)

1978

— James Salkow, en compañía del cual Eddie Hough juega al póquer, es el rey del algodón en Cita en Miami (Servicio Secreto 1464 — Bruguera)

1979

— Sally Salkow es la nueva identidad de la inocente y estúpida Sally Miller en ¿ Donde estás, Sally ? (Servicio Secreto 1496 — Bruguera)

— Hay un Donald Salkow que pertenece a la National Security Council en Nueva York — Berlín : sin regreso (Servicio Secreto 1507 — Bruguera)

1980

— Se menciona al caso contra James Salkow, en el cual el testigo de cargo fue asesinado mientras se encontraba en una de las habitaciones de seguridad del palacio de audiencias en La máscara de cristal (Servicio Secreto 1536 — Bruguera)

1981

— Karl Salkow es el rey del ganado tejano y uno de esos clientes seleccionados que, previo pago de elevadas sumas, han disfrutado de la compañía íntima de Samantha Moore en Con la ley al fondo (Punto Rojo 1023 — Bruguera)

1985

— Donald Salkow es la víctima de la primera cacería organizada por Henry Darwell en La jauría salvaje (Bisonte serie roja 1922 — Bruguera)

— Hay un Donald Salkow, convicto y confeso de robo con asesinato, en Maestro del Colt (Bisonte serie azul 731 — Bruguera)

La primera parte aquí

domingo, 10 de marzo de 2024

«¿ Quién ha hecho el crimen ?», Editorial Mediterráneo (1945)


1945

John W. Biggers : Un triple crimen
John W. Pershing : Sala 15, número 15
Oscar Montgomery : El caso del collar de brillantes
John W. Spencer : El enigma de Kindenall Hall / William P. Rosney : El extraño Dr. Benson
Cecil K. Marilebone : El asesinato del doctor Maddison
Oscar Montgomery : Habla una voz de ultratumba


Rústica. 64 páginas más cubierta*. 15,5 x 20,5.

*Excepto el número extraordinario con dos novelas (132 páginas más cubierta).

Portadas : «¿ Quién ha hecho el crimen ?», Editorial Mediterráneo (1945), completa










miércoles, 6 de marzo de 2024

Adolf Quibus (1945 — 2023)


Hoy, el maestro Adolf Quibus, habría cumplido 78 años. Para celebrar esta fecha, os propongo, cortesía de Pepe Cueto, el director de Matraca Ediciones, su último editor, un breve relato policiaco.

Por Adolfo Quibus García

Estaba tras el sujeto, a pocos metros de distancia; no quería que se diera cuenta de que lo estaba siguiendo; hacía varios días que había conseguido su paradero y estaba casi seguro de que se trataba del asesino en serie que asolaba la ciudad desde hacía dos años. Dos años de duras pesquisas, de falsas pistas; era un psicópata muy listo, frío y calculador, así como un genio de la informática; pero ahora que había dado con él, no estaba dispuesto a dejarlo escapar.
Entró en aquella casa en ruinas. ¿Qué hacía un individuo como él en aquella casa? Era una pregunta que no estaba dispuesto a contestarme, ya que lo único que pretendía era darle caza. Mi obligación era pedir refuerzos y esperar, pero sabía que si esperaba a que llegasen los refuerzos, lo perdería para siempre, por lo que no dudé ni un solo instante y me fui a la casa. Me paré ante la puerta, saqué mi revólver y, sin pensármelo dos veces, entré. Estaba muy oscuro, debía ir con cuidado. Tropecé con algo, saqué mi linterna y vi que se trataba del cuerpo sin vida de una mujer. Un escalofrió recorrió mi espalda y un sudor frío me perlaba la frente. Aquella casa parecía embrujada. Noté un movimiento frente a mí.
—¡Alto, policía, no se mueva!
—Ja,  ja, ja, ja, ja.
Una risa diabólica sonó como respuesta; después, un lobo salió de la nada. Tuve el tiempo justo de apartarme y disparar. La bala fue certera y el animal huyó malherido. Empezaba a tener miedo, miedo a lo desconocido. Sin embargo, sabía que aquel asesino estaba allí y yo iba a terminar con él…, si él no terminaba antes conmigo.
—No tienes escapatoria.
Nadie contestó, el silencio más absoluto inundó la tétrica estancia. Fui avanzando. El chirrido de una puerta me hizo girar bruscamente y un murciélago apareció sobre mi cabeza; pude apartarlo de un manotazo. Estaba desconcertado, aquello parecía la casa de los horrores, solo faltaba el conde Dracula para que aquello se transformase en una película de terror; pero no, aquello no era una película, sino la realidad.
—Entrégate, no tienes escapatoria.
Seguía el silencio. El chirriar de una puerta me indicó que estaba allí, que lo tenía al alcance de la mano. Seguí con paso firme dominando el miedo que sentía por primera vez en mi vida. 
—¿Dónde crees que vas, polizonte?
—A detenerte.
—¿Cómo se supone que vas a hacerlo?
—Déjate hacer y podrás comprobarlo.
—Aquí estoy.
Se mostró ante mí y, de repente, un halo intenso de luz lo iluminó. No podía creer lo que estaba viendo; un escalofrió me invadió por completo, se abalanzó sobre mí y recuerdo que disparé una y mil veces. Luego nada, después nadie.
—Despierta ya.
Abrí los ojos y vi a dos personas que estaban mirándome.
—¿Dónde estoy?
—En el mejor hospital de la ciudad… Tranquilo, lo peor ya ha pasado.
—Dejémosle descansar.
Se marcharon y me dejaron solo. Poco a poco fui recordando. Estaba persiguiendo al asesino en serie en una casa en ruinas, me había atacado un lobo y también un murciélago. No era posible, aquel ser diabólico debía estar muerto. Llamé al médico.
—¿Qué le pasa?
—¿Dónde me encontraron?
—En un viejo caserón.
—¿Está muerto el asesino?
—¿Qué asesino? Estaba usted solo, no sabemos lo que estaba haciendo allí, sus compañeros de Asuntos Internos ya vendrán a charlar con usted mañana, ahora descanse.
No podía ser, yo estaba seguro de que había disparado a aquel monstruoso ser. Tenía que haber muerto.
Pude escuchar algunas voces que hablaban bajito.
—Sufre alucinaciones.
—Estaba obsesionado con los últimos asesinatos, eso explicaría por qué se disparó a sí mismo, menos mal que llegamos a tiempo.

FIN

Todos los bolsilibros de Adolfo han sido reeditados con esmero y amor por Matraca Ediciones en la colección «Tocho y medio». Además, en el catálogo de la editorial podréis encontrar otras creaciones del maestro como novelas (algunas inéditas), una biografía y una obra teatral.

domingo, 18 de febrero de 2024

¿ Se tratará de autoficción camuflada ?


Ned Altman empequeñeció los ojos.
Tal vez para centrar mejor su mirada en el indivi­duo.
Un individuo joven. De unos treinta años de edad. Abundante y descuidado pelo negro. Ojos oscuros. Nariz perfilada. Mentón cuadrado... Sus facciones, aunque co­rrectas e incluso atractivas, acusaban una sempiterna indiferencia. Una expresión de hastío que resultaba irritante.
Vestía chaquetilla de pana que pedía a gritos un pase por la lavandería. La camisa con los dos botones su­periores sin ajustar. El nudo de la corbata desplazado. El pantalón había perdido la raya. Los zapatos también requerían un buen lustre.
Ned Altman terminó por mover la cabeza de un lado a otro.
— Eres un bastardo, Clive.
Clive Lemmon esbozó una sonrisa.
Sin apartar el cigarrillo de la comisura de los labios.
— Okay, Ned. Y ahora suelta la pasta.
Ned Altman, acomodado en un sillón giratorio, abrió uno de los cajones de la mesa escritorio. Extrajo unos folios mecanografiados y unidos por grapas que arrojó sobre la mesa. En la primera de las hojas, en gruesas letras rojas, destacaba el título :
El descuartizador de Louisville.
— Aquí tienes, Clive. Se acabó.
Lemmon también entornó los ojos.
Fijos en Ned Altman. Un individuo que ya había de­jado atrás los cincuenta años de edad. Semi calvo. Adiposo. Una obesidad que ganaba día a día sentado tras la mesa escritorio.
— ¿ Qué quieres decir, Ned ?
— ¡ Maldita sea ! — Altman descargó el puño derecho sobre los mecanografiados folios —. ¡ Esto es basura, Clive ! El asesor literario ha vomitado y yo difícilmente he controlado las náuseas.
— ¿ Asesor literario ? Déjate de eufemismos. Tu editorial está especializada en bazofia. ¿ Qué infiernos te ocurre ?
— Eso te pregunto yo, Clive. Hace más de un año que empezaste a colaborar con la Altman Publishing. Te he publicado más de cincuenta novelas de terror y poli­cíacas. Al principio muy bien, pero últimamente resultan ya impublicables. Esta... El descuartizador de Louisville... Apesta a whisky. ¡ Cada folio apesta a whisky barato ! Apuesto a que la has escrito en pleno delirium tremens. Sólo así se explicaría tan nauseabundo argu­mento. Hablo en serio, muchacho. ¡ Produce náuseas !
Clive Lemmon se aproximó apoyando las manos so­bre la mesa.
Se inclinó hacia Altman.
— ¿ Náuseas ? Escucha con atención, hijo de perra piojosa... Cuando entré por primera vez en tu maldita editorial llevaba bajo el brazo un buen original. Una magnífica novela. Recuerdo tu respuesta, bola de sebo.
— Tranquilo, Clive, tranquilo... También yo la recuer­do. Ciertamente aquella novela era buena. Demasiado buena para la Altman Publishing. Aquí no tienen cabida los originales superiores a los ciento cincuenta folios y nuestro único género literario son las novelas popu­lares de acción y aventura.
— ¡ Oh, sí !... Acción y aventura. Ese fue tu consejo... ¿ Por qué no escribir algo policíaco, de terror... ? Algo con mucho sexo, mucha violencia, mucha sangre, mucho sadismo... Nuestros lectores quieren eso y se lo suministramos en cantidades industriales. Esas fueron tus palabras, Ned. Me largué de aquí, pero ante la im­posibilidad de colocar mi novela en ninguna editorial volví a las pocas semanas. Con un original de terror. Y siguió otro. Y otro...
— Últimamente tus novelas son demasiado... No sé cómo explicarlo. Cierto que el público es morboso. Ávido de violencia, sexo y emociones fuertes; pero tú te pasas de bestia.
— ¿ De veras ? Puedo serlo aún más, Ned.
Altman intuyó la velada amenaza.
Forzó una sonrisa.
— Cree que lo lamento, muchacho; pero hemos deci­dido no aceptarte ningún otro original. La mayoría de los escritores se queman por falta de imaginación. Tu caso es el contrario. Te has abrasado en tu propio in­fierno. Reconócelo, Clive. Sólo escribes cuando necesi­tas dinero. Te encierras en tu habitación con una botella de whisky y en cuatro horas me presentas una novela. Luego no vuelvo a saber de ti hasta que gastas el último centavo.
— Necesito dinero, Ned.
El editor asintió sonriente.
— Correcto, muchacho. En recuerdo a tu colaboración para la Altman Publishing te daré una gratificación de doscientos dólares que...
El movimiento de Lemmon fue rápido.
Extendió las manos atrapando a Ned Altman por las solapas. Lo zarandeó con violencia.
— ¡ No quiero limosnas, Ned ! Te estoy pidiendo lo que me pertenece.
— Te he pagado...
— Seguro. He empapelado las paredes del water con los contratos de edición; pero yo quiero ahora el por­centaje que me corresponde por las ediciones piratas que has lanzado a mis espaldas.
— Eso no es cierto, Clive. He pagado conforme al número de ejemplares que figura en contrato. No hemos lanzado...
Clive Lemmon le abofeteó el rostro con la zurda. Dos trallazos que quedaron marcados en el mofletudo ros­tro del editor.
— ¿ Me tomas por idiota ? Sé que no lo puedo probar. Que tienes todos los papeles en regla, pero también me consta que he sido engañado. Me conformo con dos mil dólares, Ned. Tienes dos opciones. Me pagas... o cobras. ¿ Qué decides, tocino ?
Altman asintió con repetido movimiento de cabeza.
— Te... te los daré..., firmaré un...
— Nada de cheques, Ned. En efectivo. Sácalos de la caja. No digas que no tienes porque te haré saltar un par de dientes.
— Te arrepentirás de...
— Ya estoy arrepentido, Ned. Maldigo el día en que pisé tu pocilga. ¡ Y ahora muévete !
Ned Altman manipuló en el último de los cajones de la mesa escritorio. Extrajo una pequeña caja de caudales que abrió con torpes movimientos. Retiró dos mil dólares.
Dirigió a Lemmon una rencorosa mirada.
— No podrás disfrutarlos, Clive.
— Por supuesto que no. Después de pagar mis deu­das me quedarán unos pocos centavos. Adiós, Ned.
— Pronto te haré llegar noticias mías, muchacho. Voy a denunciarte por robo y malos tratos.
Lemmon sonrió.
Deliberadamente arrojó el cigarrillo sobre la alfom­bra. Acto seguido abandonó el despacho. Antes de ce­rrar por completo la puerta vio como Ned Altman se incorporaba pesadamente para retirar la colilla.
Aquello hizo que la sonrisa volviera a los labios de Lemmon.
Recorrió la amplia sala.
Apestaba a sudor.
El aire acondicionado no funcionaba. Ordenes de Ned Altman para ahorrarse unos dólares. Dibujantes, rotu­ladores, guionistas, correctores... todos sudando como condenados. Había que trabajar duro para engordar a bastardos como Ned Altman.
Una vez fuera del edificio, Clive Lemmon respiró con fuerza.
Union Street, como las restantes calles de San Fran­cisco, rebosaba contaminación; no obstante, resultaba una atmósfera más limpia que la existente en la Altman Publishing.
Al menos para Clive Lemmon.
Se sentía feliz de haber roto definitivamente con la editorial. Ya no volvería a escribir aquella basura para morbosos. Ya no volvería a escribir nada. Se había ce­rrado una etapa. Otra más. Otro fracaso más en la vida de Clive Lemmon.

Adam Surray
Operación Utopía

sábado, 17 de febrero de 2024

«Serie Detective», Editorial Zorrilla (1940)


1940

01 : Austin Warren : El misterio del Larkin’s Hotel
02 : Bill Redmond : El circo de las tragedias
03 : Herbert Perkins : El tesoro sangriento
04 : Federico Mediante Noceda : El valle de los hombres sin ley
05 : W.H. Martyn : El misterio del guante blanco
06 : Fidel Prado : Dick el pistolero
07 : Herbert Perkins : El ahorcado que profetizó
08 : Richard Taylor : El secreto del Dr. Heslop
09 : John Dolby Teugels : La tumba del faraón — Amen-En-Hat

Rústica. Número variable de páginas (entre 80 y 136) más cubierta. 16 x 21,5.


Curiosamente, en 2023, la novela de John Dolby Teugels, «La tumba del faraón — Amen-En-Hat», fue reeditada por las ediciones Tantín.
Es posible adquirirla pinchando aquí.

Portadas : «Serie Detective», Editorial Zorrilla (1940), completa









miércoles, 14 de febrero de 2024

«La novela de choque», Luis de Caralt Editor (1957)


1957

01 : Bevis Winter : Escupiréis vuestros dientes
02 : Bevis Winter : Hasta que la muerte llegue
03 : Bevis Winter : Te mataré esta noche
04 : Bevis Winter : Conviérteme en rubia
05 : Bevis Winter : Un cadáver en el jardín
06 : Bevis Winter : Ha sido un crimen


Rústica. 128 páginas más cubierta. 11,5 x 18.

Portadas : «La novela de choque», Luis de Caralt Editor (1957), completa






sábado, 27 de enero de 2024

«Colección Todo», Ediciones España (194-)


194-

Narraciones fantásticas y de intriga

01 : Robert Howard : La muchacha del caballo negro
02 : José Téllez Moreno : Lo insospechado
03 : Ricardo Mazo : Ojos de gato
04 : J.F. Arias Campoamor : La navaja olvidada
05 : Ana María Gutierrez Navas : La casa de la puerta abierta
06 : Willian Star : La mujer del saco (novela policiaca)
07 : Concepción Castellá de Zavala : Isabel Reyes


Rústica. 192 páginas más cubierta*. 11 x 16.

*Excepto el número 4 (176 páginas más cubierta).

viernes, 26 de enero de 2024

«El agente de C.I.P.O.L.», Editorial Ferma (1967)


1967

Basada en la más famosa e intrigante serie de T.V.

01 : Michael Avallone : El asunto de los mil ataúdes
02 : Harry Whittington : El asunto del día del Juicio Final
03 : David McDaniel : El asunto de la daga
04 : John T. Phillifent : El asunto del científico loco
05 : David McDaniel : El asunto del monstruo en órbita
06 : David McDaniel : El asunto del vampiro

Rústica. 192 páginas más cubierta*. 10 x 18.

*Excepto los números 5 (224 páginas más cubierta) y 6 (208 páginas más cubierta).





jueves, 25 de enero de 2024

«Colección Centuriones — Serie Guido Larosa», Ediciones Artedita (1974)


1974

01 : Jean Pierre Pusenot : La banda de Scorpio
02 : Jean Pierre Pusenot : Orden : «matar a Larosa»
03 : Jean Pierre Pusenot : Mister Tenebro


Rústica. 128 / 136 / 160 páginas más cubierta. 10,5 x 16,5.