FBI 921
Una cosa que me gustaría averiguar (un día...) es si el estreno en España de la serie de televisión «Los vengadores», en enero de 1968, hubo realmente una incidencia sobre la narrativa de algunos autores de bolsilibros, como por ejemplo Keith Luger o el que nos ocupa hoy, el recientemente fallecido Mortimer Cody...
Por lo menos, todo parece indicarlo, leyendo esta genial aventura con «asesinos eléctricos», debido a la mezcla que ofrece de investigación policial, elementos fantatecnológicos y suave erótismo — un cóctel típico de la cuarta temporada de la serie inglesa con protagonista Diana Rigg...
La novela empieza con un robo, primero desarrollado en un modo clásico, como en miles de relatos policíacos, hasta que surge justamente el elemento fantatecnológico, que trasforma la narración en algo diferente y muy intrigante. Además, esta breve mitad de capítulo funciona a modo de electrizante (sobra decirlo) pregenérico. Un poco destacado del resto de la intriga y sin embargo totalmente necesario a la comprensión de la misma. Mientras que la segunda parte, en seguida y en pocas páginas (todo va muy rápido, pero sin prisa innecesaria), nos prepara para lo que será la trama principal. Una trama que se demostrará al final más de investigaciones y (pocas... muy pocas) deducciones que de alocadas peripecias al limite del fantástico, la verdad...
Lo bueno todavía es que esta vez, aunque nuevamente dominará el aspecto meramente policial sobre la fantasía, la obra sabrá mantener sus promesas hasta su amargo final. Al contrario por ejemplo de «Espectro» («FBI» 945) o «Empezo en un tren nocturno («FBI» 843) del mismo autor, que después de un arranque a todo gas y muy sugerente, con atmósferas algo inusuales en los bolsilibros, se harán las dos más rutinaria, cada trama desarrollándose en un modo demasiado previsible o, si se prefiere, demasiado conforme a las expectativas del asesor literario más tradicionalista...
Quizá el resultado es superior aquí porque desde el principio, no hay misterio para el lector. Y tampoco será necesario al protagonista revelarse un brillante émulo de Sherlock Holmes (¡ tanto mejor, la verdad, ya que no parece ningún lince !) para venir a cabo del enigma — aunque Mortimer Cody, haciendo hincapié en la turbia atracción sexual que ejerce Joan, la principal sospechosa, sobre el federal, logrará sembrar un poco de confusión y hacer la cosa más entretenida... De todos modos, eliminada la obligación de desarrollar una trama ingeniosa, llena de trampas y falsos culpables, el autor puede entonces concentrarse en otros aspectos de la historia. Como por ejemplo la psicología y las motivaciones de sus personajes, que desarolla con una minuciosidad que hace la narración sencillamente apasionante pero, sobre todo, muy emocionante (ya que describe tanto el acuciante deseo de revancha sociale que anima a sus asesinos, subrayando a menudo su condición física, como los ambientes miserables en los cuales son obligados a vivir por culpa de sus desventajas — además, lo hace con una mezcla de compasión y de morbosidad que resulta turbadora para el lector)...
Y si fuera poco, Cody también va salpicando su historia de insinuaciones bastante audaces (como un constante desafío a la censura de la época), insistiendo por ejemplo en la transparencia del camisón de esta mujer de la cual, no obstante le falta la mano izquierda hasta el codo, se desprende un desconcertante atractivo, la vulgaridad de esta otra que ejerce, se nos da a entender, de prostituta de calle o, todavía más perturbador, detallando el atuendo de esta tercera, concienzudamente descrito a pesar de que la pobre que lo viste, ya está muerta electrocutada desde un momento y yace en el pavimento de su casa, ¡ más fría que una chupasirios metida entre sábanas !
A parte de eso, otro punto interesante es como el agente federal se ve asaltado a lo largo de su investigación por irresolubles cuestionamentos y, para ir adelante, debe enfrentarse a sus propios sentimientos (en particular respecto a la atracción que ejerce sobre él la hermosa Joan), en una silenciosa y dolorosa lucha, que encontrara una desgarradora resolución... Así, nada más lejos del estereotipado héroe triunfador que este pobre infeliz, juguete de un destino cruel, al igual que todos los otros protagonistas de esta impactante novela...
Lo que hace que «Asesinos eléctricos» sea, en definitiva, como el retrato duro (se habla de subnormales, se consideran a las mujeres como seres débiles, etc.) y desesperado de una realidad que, la verdad, no lo era menos — y quizá, a pesar del repulsivo políticamente correcto, todavía no ha cambiado mucho para los interesados...
Como siempre : ¡ un sincero agradecimiento al compañero Rualrevit por tomarse el tiempo y la molestia de repasar mis apuntes !
Me gustó mucho, bastante profunda la reseña.
ResponderEliminar¿ Qué te puedo decir ? Hay necios que creen que se necesita un reconocimiento estatal o que se debe nombrar bibliotecas públicas o escuelas en homenaje a los autores, para supuestamente dignificar a la novela popular... Hasta hay algunos deficientes que quieren que la novela popular la estudien en la universidad (¡ qué asco !)... Y hay los otros que solo hacen correctamente su trabajo, ya que la única cosa que necesitan realmente estas obras para resplandecer mucho más que toda la cultura oficial es ser leídas sin perjuicios.
EliminarGracias por comentar, amigo mío.
¡ Un fuerte abrazo !