Harry Palmer, el agente secreto encargado de venir a cabo de este embrollado asunto de espionaje internacional es tan hábil para modificar sus connotados que ni siquiera su superior directo conoce su verdadero rostro. Y durante sus investigaciones, para pasar desapercibido, cambia tan repetidamente de disfraz que se parece más a un héroe de folletín, tipo Sherlock Holmes, Harry Dickson o Fantomas, que a un émulo del odioso James Bond...
Lástima sin embargo que la autora no haya sacado más juego de esta interesante idea inicial, tal como lo hacen desde sesenta años los guionistas de «Diabolik», un tebeo italiano (también hubo una película realizada por Mario Bava) en el cual nunca se sabe (hasta que se nos lo desvela), la identidad bajo la cual se escondía hasta el momento el escurridizo criminal...
Un detalle sin duda, que habría todavía incrementado mucho el interés de este bolsilibro y habría además permitido transformar un simple truco divertido en un elemento influyendo realmente sobre el desarrollo de la narración.
En su forma actual, la cosa se queda pues un poquito corta... Pero, no es demasiado grave, ya que los otros ingredientes que componen esta disfrutabillisima historia son : asesinatos sórdidos, traiciones y fracasos. Y, sobre todo, un sentimiento de ridículo respecto al mundillo del espionaje, con sus claves secretas que un niño podría descifrar sin problemas y sus investigaciones de las cuales la resolución parece depender más del clima o de la casualidad, que de ningún capacidad intelectual o razonamiento lógico... Algo que da a esta buenísima novela un regusto patético, muy parecido a el que se desprendía de esta genialidad que es «La carta del Kremlin» de John Huston.
En cuanto a la persecución de esquí, aunque muy breve, me hizo pensar en la de «007 al servicio secreto de su Majestad», una película que había sido estrenada poco antes de la probable redacción de este bolsi. De todos modos, me ha gustado mucho, ya que es poco frecuente encontrar semejantes escenarios en la literatura policíaca de kiosko...
Solamente dos pequeñas cosas me impiden ser todavía más entusiasta respecto a esta obra de María Victoria Rodoreda Sayol : nunca sabremos quién fue herido durante la emboscada del capítulo XVI, ni tampoco quién era la persona con la que Palmer luchó en el capítulo XVIII (y que, al parecer, no era un desconocido para él). Son detalles por cierto, sin embargo me habría gustado que la autora, despuès de usar estas situaciones para hacer su narración más interesante, se tomara la molestia en dejarlas aclaradas...
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