viernes, 27 de junio de 2025

Curtis Garland : El rostro del horror


«Selección Terror» número 366.
Publicado en marzo de 1980.
Portada de Jorge Sampere.

Volvemos con Curtis Garland, o Juan Gallardo, como prefieran, y una gran novela. Y es que los argumentos de época son los que más le sientan al autor. En este caso, el otoño londinense de 1893.
El Dr. Austin Brodman es un médico cirujano y pionero en una nueva especialidad : la cirugía plástica o reconstructiva. Cierta noche neblinosa, en el puente de Lambeth, se cruza con una espantosa aparición fugaz y luego, escucha un chapoteo en el Támesis. Alguien se arrojó o se cayó. Sin pensarlo, el doctor se lanza al rescate y logra salvar a una mujer, envuelta en una capa con caperuza. Una vez en tierra, en los muelles, descubre que esa mujer era la dueña del horrible rostro deformado que entrevió en el puente.
El Dr. Brodman logra convencerla que tal vez él pueda ayudarla con su problema y la lleva a su casa consultorio. No sabe que así, está dando inicio a una nueva ola de crímenes espeluznantes, que traen  al recuerdo los crímenes de Jack el Destripador, ocurridos cinco años atrás.
La novela está bien escrita, no decae, y abunda en descripciones que nos sitúan bien en la atmósfera lóbrega de aquel Londres y en sus personajes y costumbres, como si estuviéramos allí. Evidentemente, Garland es buen conocedor del tema. Hay abundante gore, más de lo habitual diría yo, pero es cierto que no recuerdo ahora mismo otras novelas suyas para comparar, ni tampoco he leído las 2000 que escribió. Por supuesto, hay que dejar pasar algunos detalles, como «las conveniencias o magia del guion», que hace que todos los personajes se terminen relacionando o que noten detalles reveladores para el avance de la trama. Pero bueno, es que para la página 96 debe estar todo solucionado. Lo otro, el toque fantástico, lo da el método que inventó el doctor para reparar deformidades, que resulta un tanto inverosímil y simplón, pero bueno, para leer estas obritas, es necesario suspender por un rato la incredulidad.
Y hasta hay lugar para la crítica social, la abrumadora falta de trabajo en aquellos años de la Era Victoriana, malos salarios y editores explotadores que exprimían a sus empleados para que los libros salgan en término (¿ referencia a algún editor de bolsilibros... ?)
El final, a todo Grand Guignol : sangre y muertes (extraño que utilice esta expresión, ya que el teatro de Grand Guignol fue creado recién en 1897) y con una vuelta de tuerca que yo, al menos, no esperaba.
En síntesis, una de las mejores obras de Garland en mi opinión, que no defraudará a sus seguidores. Mi puntuación es de :

(muy buena)

Alfredo Velazquez

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